martes, 7 de diciembre de 2010

Revista "PIEDRAS CON RA�CES": N�m. 31 de la revista piedras con ra�ces

Revista "PIEDRAS CON RA�CES": N�m. 31 de la revista piedras con ra�ces

Núm. 31 de la revista piedras con raíces

Hemos publicado el núm. 31 de la revista piedras con raíces. 



Portada
Contraportada


SUMARIO


TEMA DE OTOÑO-INVIERNO: ¿REHABILITACIÓN DEL PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO TRADICIONAL?
 -Patrimonio arquitectónico tradicional y “progreso institucional”,  CARLOS JUNQUERA RUBIO, profesor de Etnología de la Universidad Complutense.
 -La rehabilitación del patrimonio vernáculo construido y la Junta de Extremadura, asociación ARTE.
 -Recomendaciones en la rehabilitación de la arquitectura popular de los Valles Centrales de León, JOSÉ LUIS GARCÍA GRINDA, Dr. arquitecto y catedrático de Análisis de la Arquitectura de la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid.

-Los puentes olvidados de la Sierra de San Pedro (Extremadura), CARLOS BERMEJO CASTRO.

-La materia y forma, RAMIRO PALACIOS, Técnico en Desarrollo Rural.

-Notas de un viaje a Kenya: Las casas de “masais” y “samburus”,  ANTXON AGUIRRE SORONDO, antropólogo.

viernes, 27 de agosto de 2010

revista "piedras con raíces" núm. 30 - verano 2010

portada
contraportada



SUMARIO
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1CORTIJOS Y CASAS DE CAMPO EN LAS DEHESAS DEL TÉRMINO DE CÁCERES.

2HORNOS DE CAL EN FUENTE DEL MAESTRE.

3CHOZOS Y BOMBOS EN LA MANCHA.

4STONE STRUCTURES OF ISLAN KORKULA / ESTRUCTURAS DE PIEDRA EN LA ISLA DE KORKULA.

TEMA DE VERANO
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Cortijos y casas de campo en las dehesas del término de Cáceres[1]
ANTONIO NAVAREÑO MATEOS
Universidad de Extremadura


E
l término municipal de Cáceres está delimitado al norte por los cursos de los ríos Tamuja y Almonte, y al sur por la sierra de San Pedro. Además goza de una notable variedad paisajística, pudiéndose apreciar tierras como las planicies de la penillanura Trujillano-Cacereña, en el noreste, dedicadas a pastos y siembra de cereales, despejada casi por completo de árboles; o las áreas montuosas de la sierra de San Pedro, al suroeste, perfecto exponente de lo que es el monte mediterráneo, con algunos lugares sumamente espesos de vegetación arbórea y de monte bajo. La zona media está surcada por el río Salor y su afluente el Ayuela, constituyendo un recorrido surcado de buenas y codiciadas hierbas, donde han ido surgiendo, precisamente, algunas de las casas de campo más antiguas, entre las que se cuentan varias de época medieval.

LA DEHESA: DEFENSA Y SEGURIDAD. ANTECEDENTES Y PRIMERAS CASAS
L
a figura física y jurídica de compartimentación y explotación de estas tierras es la dehesa, término que se relaciona con el concepto de lugar o espacio de uso agrícola y ganadero, defendido y acotado. Los primeros adehesamientos son de carácter público y comunitario y fueron establecidos desde la Edad Media por el Concejo, a los que siguieron otros de carácter privado por concesión de la Corona o del propio Concejo, en este caso a favor de algunas de las ilustres familias que protagonizaron la repoblación tras la Reconquista[2].
                Son muchos los vestigios conservados en los campos cacereños donde se evidencia este concepto de defensa y seguridad, tanto de las personas que se dedicaban a estos menesteres rurales como la del ganado y la de la producción en general, lo que se confirma por la existencia, todavía, de varias torres, casas fuertes y castillos en muchas dehesas cacereñas[3]. Algunas de estas construcciones se han ido transformando en auténticos cortijos, combinando la defensa y seguridad con la función residencial y la productiva, pero otras han mantenido plenamente definida su imagen castrense sin recibir añadidos ni transformaciones al haberse construido las instalaciones agropecuarias en lugar separado.
                Así puede apreciarse en la llamada Torrecilla de Lagartera, ejemplo de castillo familiar rural, de pequeño tamaño, que aún se ve dominando la presa del embalse del río Salor. El elemento más antiguo es la torre, que parece haber sido un volumen único y exento que se remonta a finales del siglo XIV, al cual se debió añadir en el XV el pequeño recinto amurallado que configura al conjunto como castillo. Precisamente en esas fechas, concretamente en 1399, la dueña de esas tierras, Inés Fernández de la Cámara y Sotomayor, pide que se le diesen libres las casas que los portugueses quemaron en Lagartera y el ganado que robaron cuando entraron en el término de Cáceres, señalándose también que en esta señora recayó la propiedad de la “Casa Fuerte, i Heredamiento de la Lagartera”[4]. Sus descendientes todavía figuran como dueños de la dehesa al menos en  1516[5], confirmando así la existencia de una edificación fortificada en la misma y la necesidad de su existencia como recurso defensivo ante un ejército organizado o, simplemente, como ocurre otras veces, ante la presencia de bandidos y ladrones de ganado.
                Esta zona de los campos del río Salor estuvo intensamente fortificada, por lo que no es una excepción  este caso de Lagartera que hemos citado. Muy cerca, hacia la cola del mismo embalse, se ve todavía el castillo del Cachorro, que también surge inicialmente como torre exenta a finales del siglo XV, muy esbelta y airosa, en el medio del campo, como habíamos visto en la Torrecilla de Lagartera, sólo que esta ni siquiera ocupa un sitio elevado, sino que se emplaza en un lugar llano, prueba de que no fue levantada como torre o castillo roquero para defender un territorio, sino como simple atalaya defensiva y vigía de un “terreno”, con funciones más cotidianas y domésticas como pudiera ser la seguridad del campo y del ganado, por lo tanto para un fin más doméstico que político. Parecida significación tiene el Castillo de Mayoralgo, salvo que este es un ejemplar de grandes proporciones y muy bien dotado para la defensa. De hecho evidencia que tuvo muy poca o ninguna dedicación rural, por eso, pasado el tiempo, se construyen al lado edificaciones propiamente residenciales y agrícolas, como las de la casa de Carvajal Villalobos (Mayorazgo). Similares características posee la casa fuerte semiarruinada que preside el despoblado de Zamarrilla, o la Fortaleza de Carretota, de la que se tiene mayor información documental. Esta es una torre prismática exenta, con recinto envolvente de planta cuadrangular protegido por cubos en los ángulos, a modo de baluartes. Sabemos que promueve la obra Alfón de Torres, Mariscal de Castilla, contando en 1476 con privilegio real de Isabel la Católica, quien le permitió dotar la construcción, incluso, con piezas de artillería, según se dice: “tiros de pólvora gruesos”. Aunque la torre y su recinto no albergaban dependencias de carácter rústico, parece claro que la única justificación de su construcción es la ser considerada un  elemento simbólico de poder y además un  recurso potencial, o al menos disuasorio, para la defensa de la dehesa y del ganado, lo cual está abalado por la denuncia que formulan los vecinos de la finca[6].
                Otras construcciones defensivas medievales se han ido configurando como auténticos cortijos y unidades de producción agropecuaria, aunque conservan bien reconocibles sus recursos castrenses primitivos, como la Torre de los Mogollones y también la Torre de Juan de la Peña, o la de Las Seguras, torre y casa fuerte transformada en castillo en pleno siglo XX, o las casas fuertes  de Corchuelas, Mayoralguillo de Vargas, Casa del Aire, las Cerveras, Santiago de Bencáliz, Torre del Camarero, Malgarrida y Martina Gómez, entre otras que todavía siguen siendo el casco principal de los cortijos desde donde se administran las respectivas dehesas. Esta necesidad de defender el territorio rural y de encastillamiento de los dueños de algunas de estas dehesas se proyecta hasta bien el siglo XVI, como se evidencia en los castillos de Arguijuela de Abajo, iniciado a finales del siglo XV, y en el de Arguijuela de Arriba, comenzado desde comienzos del siglo XVI, magníficos testimonios de la arquitectura castrense en el campo cacereños en tiempos Modernos, pleno siglo del Renacimiento, y como siempre, para garantizar la defensa de la propiedad, servir de referencia visual del poder de sus dueños y, además, constituir el centro administrativo, económico y residencial de la explotación.
                En realidad, a partir del siglo XVI se prestará menos atención al aspecto defensivo y se procurará mayor interés por los recursos residenciales, la comodidad y habitabilidad de la casa, sin olvidar el carácter representativo, constituyéndose verdaderos palacios y casas de recreo como si de una edificación palaciega urbana se tratara, como vemos en muchas de estas casas de campo cacereñas: Enjarada, Carvajal Villalobos (Mayorazgo), Hijada de Vaca, Arenales y otras que se conciben decididamente como auténticos palacios, además de cómo centro de la explotación. Pero además se construirán en el mismo inmueble o en sus cercanías todas las instalaciones necesarias para el gobierno y explotación de la dehesa, como tinados, pajares, cuadras, hornos, capillas, etc., siempre en relación con la actividad agropecuaria que se realice en la misma.

LA DEHESA: EXPLOTACIÓN AGROPECUARIA
L
a dehesa es un modelo de explotación generalmente mixto, de tipo agrícola y ganadero, dedicada a pasto y labor. Casi siempre el paisaje de la dehesa también está definido por esa misma figura mixta, suele haber una zona de monte de encinas y alcornoques, matorral y grandes espacios de pastizal, lo que permite la producción de pasto y bellota para la alimentación del ganado, y además corcho, madera para la construcción y leña. Muchas dehesas cuentan con zonas más llanas dedicadas a cultivos de secano,  sobre todo cereales y a veces olivos o viñedos, siendo también frecuente, cuando se dispone de cursos de agua o manantiales, la existencia de huertas para la producción de frutas y hortalizas. El ganado que se asocia con la dehesa es heterogéneo: ovino, bovino, porcino, caprino y equino, a los que se añade casi siempre aves, preferentemente gallinas y palomas. Es igualmente frecuente en la lista de producción de estas explotaciones adehesadas, la de cera y miel como fruto de las colmenas que con frecuencia se instalan en las mismas[7].
                Ciertamente, no todas las dehesas de estas tierras gozan de las mismas cualidades por lo que cabe una cierta especialización y clasificación. Las hay de “puro pasto”, por no tener arbolado ni cultivos de recolección, como ocurre en muchas de las situadas en los Llanos de Cáceres, Arrogatos y Marimarco entre otras; de “pasto y labor”, que permiten el cultivo de cereales y el pastoreo directo, como en Lagartera, o la Aldihuela, por ejemplo, o en otras dehesas situadas en torno a los ríos Salor y Guadiloba; las de “pasto y montanera” son las que cuentan además con monte alto, preferentemente con arbolado de encina o alcornoque, como la Alberca, Arguijuela de Abajo, por citar algunos ejemplos de ubicación diferente, o el Guijo y, en general, varias dehesas de la sierra de San Pedro; de “pasto, labor y montanera”, cuando reúnen todas las condiciones simultáneamente, como acontece en algunas de la sierra de San Pedro, entre otras Malanda, Majada Nueva, o Jaramediana. A todas estas posibilidades, casi siempre en relación con la dedicación como tierra de labor, pastizal, o monte para la alimentación  del ganado, hay que sumar la propia rentabilidad del corcho que se extrae del alcornoque, que habrá que considerar como valor añadido en muchas dehesas con independencia de su explotación ganadera.
                Los mejores pastos son los de invernadero, es decir, las primeras hierbas que salen desde otoño y se mantienen en invierno, desde finales de septiembre hasta final de marzo o mediados de abril. En esta etapa puede incluirse la montanera, que dura hasta finales de noviembre y consiste en el aprovechamiento del granillo (la bellota) con el ganado en el mismo monte. A continuación se sucede el llamado veranadero, hasta mediados o finales de mayo, con las hierbas de primavera gracias a las, todavía, frecuentes lluvias. Sin embargo, desde finales de mayo se inicia el largo período de sequía que ocupa todo el verano o agostadero, que se extiende hasta finales del mes de septiembre, con escasísimas o ninguna precipitación.
                La protección del arbolado también afecta a todas las dehesas y demás propiedades, las cuales eran vigiladas por los guardas del concejo y, caso de detectar daños de cualquier tipo, sus propietarios eran denunciados ante el Ayuntamiento, como ocurre, por ejemplo, en la reunión del Consistorio de 20 de marzo de 1702, donde entre otros asuntos se da cuenta del corte ilegal en la dehesa de Mayoralgo, así como de la realización de rozas y cortes de árboles en la Solana de las Canalejas, baldío de la sierra de San Pedro, al mismo tiempo que se formulan algunas advertencias respecto al peligro de quemas e incendios de dehesas en verano, muchas veces promovidos por los propios “pastadores” del ganado “para su desembarazo y mejor gozo[8].

EL CORTIJO DE LA DEHESA. LA CASA PRINCIPAL Y LAS INSTALACIONES AGROGANADERAS.
E
l conjunto arquitectónico o centro neurálgico de la explotación está constituido por una o varias casas para alojamiento del dueño y empleados, más otras construcciones para atender las funciones y actividades propias de la explotación. A partir de aquí, el caserío se organiza funcional y arquitectónicamente siguiendo distintos modelos, según el tipo de producción y dedicación de sus tierras, número de familias que lo atienden, incluso, según la mentalidad y criterio del dueño o condicionado por la tradición del lugar[9]. Los más complejos constituyeron en algún momento verdaderos núcleos de población capaces de funcionar con un alto índice de autonomía, casi autoabasteciéndose y disponiendo de diversidad de recursos alimenticios como de servicios, contando a veces con talleres, hornos, molinos, capilla, y en algunas ocasiones hasta con escuela.

                Naturalmente, esto requiere de una nómina muy amplia y diversificada de empleados, algunos de los cuales son fijos y precisan de su propia vivienda, donde también se recoge su familia completa, como el casero, que también puede ser al mismo tiempo el encargado de la explotación y guarda, ocupándose de cuidar la casa del dueño, hacer la comida cuando estos están en la dehesa, y atender otros servicios. Las casas más importantes, cuando los dueños se desplazan a vivir en temporadas al campo, suelen llevar el servicio doméstico habitual que les atiende en la ciudad durante el resto del año. También son empleados fijos uno o varios pastores, y el porquero. Los pastores de majada pasan temporadas en el monte y precisan de la construcción de cabañas o chozos con estructura vegetal; fabricándose a veces chozos de piedra, fijos, en las proximidades de la casa principal, o chozos llamados de horma, que son un tipo intermedio, con una base o zócalo de piedra, duradera, y la cubierta de tipo vegetal, renovable. Por su parte el porquero suele figurar con vivienda, generalmente ubicada en las proximidades de las corraladas y zahúrdas que, a su vez, están algo alejadas de la casa principal, por razones obvias de malos olores. El aperador, es el encargado del mantenimiento de herramientas y aperos de labranza y, como veremos, a veces cuenta con un taller que en ocasiones puede disponer de carpintería y fragua. En las explotaciones más complejas existe la figura del capataz o manijero, que dirige a los gañanes y mozos del cortijo, y además se encarga de contratar al personal eventual en función de las labores temporales o estacionales, como el esquileo, en mayo; la recolección de cereales y leguminosas, de mayo a julio; el viñedo, en septiembre, la aceituna en diciembre, etc. Para estos operarios temporales, el caserío precisa de una habitación grande donde estos empleados puedan dormir, dotada a veces de cocina o chimenea para la preparación de la comida.
                El resultado final será la configuración de un complejo arquitectónico diversificado en el que se combinan edificaciones residenciales de carácter señorial  con las de tipo doméstico y popular; otras para las actividades lúdicas o de representación de los dueños, junto a las de índole económica y productiva. En suma, un microcosmos con alto grado de representatividad de la realidad social y económica del lugar y de la época.

La casa principal
                El tipo y porte de la casa principal o vivienda para los dueños puede responder a modelos muy diferentes, desde la sencilla y popular casa de campo o de labor, hasta la casa palacio verdaderamente suntuaria y señorial. En general, las casas de mayor categoría tienen al menos dos pisos, en la inferior se emplazan las dependencias de uso público o colectivo, o las destinadas a los servidores y empleados de la dehesa, mientras que la planta superior reserva las habitaciones de carácter privado y de uso exclusivo de los dueños.
                En el piso inferior, una primera habitación organizada en torno a una gran chimenea de campana, sirve de zaguán, cocina, comedor y habitación de estar, actuando asimismo de distribuidor donde se organiza la circulación de la casa. Otras veces la cocina es una pieza más aislada y recogida, constituida por una chimenea hogar, con bancos o pollos corridos en derredor, bajo la gran campana. Generalmente esta dependencia es usa por el casero o encargado de la finca y a veces por otros empleados cuando no poseen casa independiente. En la planta baja también suelen disponerse otras dependencias, como graneros, laneras, almacenes para los productos de la cosecha, o caballerizas. También en planta baja pueden instalarse otras habitaciones, a veces un despacho para el administrador y, sobre todo, la capilla para la celebración de oficios religiosos públicos, para el personal de la propia casa y de las cercanías. En ocasiones esta capilla de culto colectivo se ubica en edificio independiente construido al lado de la casa principal.
                La planta superior, como decíamos, suele estar dedicada al uso exclusivo de los dueños y por ello es reconocible el mayor confort, calidad en los acabados y la diversidad de sus dotaciones. En esta planta se ubican los dormitorios, salones y habitaciones privadas de la familia titular, además de su cocina y otras instalaciones de servicio. Algunas salas se adornan con molduras, blasones, esgrafiados o pinturas al fresco, y las más importantes cuentan con chimenea francesa. Con independencia de la existencia o no de capilla de uso público, en planta baja o en edificio exento, varias de estas casas disponen de un oratorio privado en alguna habitación del piso superior.
                A lo largo de los tiempos evoluciona el diseño y compartimentación de la casa de campo, siguiendo generalmente las corrientes estéticas de cada época, aunque adaptadas, en mayor o menor medida, a las funciones camperas que tienen que desarrollar.
                En el siglo XVI se impone el modelo de casa palacio configurado de forma muy parecida al tipo urbano, con escudos heráldicos, pinturas al fresco, molduras en ventanas, a veces capillas, como hemos dicho, patios con columnas y capiteles clásicos, incluso torres, matacanes y almenas. Son muchos los testimonios donde se aprecia la aplicación de estas características, como en las casas de Hijada de Vaca, Carvajal Villalobos, los Arenales, La Enjarada; o en los castillos de la Arguijuela, y en otros castillos y torres donde ya hemos visto que también, en alguna medida, desarrollaron su función como cortijo.
                Durante los siglos XVII y XVIII la casa se configura de forma más cerrada, tendiendo a la planta rectangular o cuadrada, con una cubierta unitaria cerrada a cuatro aguas. Se aprecia en ellas una mayor dedicación a las tareas del campo, con su planta baja trazada de forma más racional, tomando como eje un pasillo que recorre la casa desde la fachada principal a la trasera, el cual sirve para comunicar la plaza y fachada de entrada con los patios y corrales traseros, y al mismo tiempo permite organizar la distribución de las habitaciones de la casa de forma simétrica a uno y otro lado del mismo y a su vez, con la correspondiente caja de escaleras facilita el acceso a la planta alta, lo cual podemos ver con mayor o menor rigor en casas como las de las Seguras de Arriba y la de Zamarrilla, o en las de Lagartera, Calera, Trasquilón y Arrogatos. Algunas de estas también con su capilla incluida en el mismo volumen o levantada al lado en una construcción propia. Ahora se toma como costumbre disponer de un jardín exterior precediendo la fachada principal.

                Todas estas características se aplican sistemáticamente en las casas construidas o reformadas en los siglos XIX y XX, pero además se impone entonces la organización siguiendo un modelo que llaman “muralla” que, como veremos, consiste en formar el casco del cortijo siguiendo un  esquema cuadrangular con un patio en el centro y cuatro crujías alrededor, una de las cuales es la casa principal, con su fachada precedida por un jardín; mientras que las otras tres son para las dependencias de labor y para el servicio y los empleados que trabajan en la dehesa, como se ve, entre otros casos, en Torre del Guijo, Casablanca o Malanda, y con algunas variaciones en La alberca, Covacha de Castellanos o Aldehuela, entre otras.

Instalaciones agropecuarias
                Las dependencias para el funcionamiento agrícola y ganadero del cortijo constituyen el justificante económico de su existencia. Por ello son imprescindibles diversas naves y edificaciones en función del uso y tipo de explotación: desde las relacionadas con la estabulación o alimentación del ganado, o las de almacenamiento de cosechas y de materiales de todo tipo, hasta las del mantenimiento de la herramienta y de la propia casa. Aquí citaremos las más frecuentes y necesarias.
                El tinado es un edificio para el ganado vacuno. Tiene los pesebres separados del muro para poder atender el reparto del pienso sin tener que moverse entre las reses.
                Quizás el tinado más complejo y monumental que hemos encontrado en la zona de estudio es el de la dehesa La Alberca, constituido, como veremos, por tres naves configuradas con arcos y pilares de ladrillo. También hemos visto otros con estructuras muy vistosas de arquerías cruzadas componiendo varios tramos, como los del edificio exento de La Enjarada y otros en la dehesa de Lagartera. Sin embargo son más frecuentes los tinados constituidos por dos naves mediante la disposición de una arquería en el eje longitudinal, o los de varios tramos contiguos merced a la disposición de arcos transversales, como el de Arguijuela de Abajo, de grandes proporciones, levantado junto a otras construcciones al lado del castillo, o el de la casa de Carvajal Villalobos (Mayorazgo), ya casi arruinado por completo.
                 Para el ganado equino se dispone de la cuadra, pero en este caso se suelen colocar los pesebres adosados al muro más largo. Estos animales desarrollan su trabajo en labores agrícolas, trasporte o tiro en la explotación.
                Especialmente los caballos, o algunos ejemplares de esta especie, resultan ser animales muy próximos al dueño y a la familia, tanto para la monta como para el tiro de sus carruajes, por lo que con frecuencia esta dependencia, nombrada entonces como caballeriza, se halla incluida en la misma casa principal, accesible por una puerta trasera o, en ocasiones, por el zaguán y puerta principal. Esta disposición de la caballeriza o cuadra en el interior de la casa principal la encontramos en edificaciones tan dispares en cronología y situación como en el castillo de la Arguijuela de Abajo o en la casa de La Calera, por poner sólo dos ejemplos.
                El ganado ovino tiene mucha importancia en la tierra que estudiamos, utilizándose para su recogida el Aprisco, también conocido a veces con el nombre genérico de tinado. Suele tener el piso de tierra para absorber las deyecciones líquidas, mientras que los restos sólidos se aprovechan como estiércol para el abonado. Es muy interesante el tipo de aprisco que hemos visto reiterarse en la zona de los Llanos de Cáceres, consistentes, como veremos, en un nave alargada flanqueada en los extremos por dos crujías transversales, delimitando entre las tres el corral respectivo.
                El corral es un cercado asociado al tinado o al aprisco que permite el movimiento del ganado al aire libre. En cada caserío suele haber más de uno, incluso a veces con dedicación especializada, no sólo dependiente del tinado o del aprisco sino también de la cuadra, pues en ocasiones se habla de “corral para yeguas”.
                También se asocian con el ganado una o varias dependencias usadas como pajar, para almacenar este alimento del ganado, por lo que suele estar junto a las cuadras y tinados y, algunas veces, en un piso alto sobre estas dependencias.
                Entre las instalaciones de estos cortijos figura algunas veces el granero, aunque no es esta una pieza imprescindible habida cuenta de la dedicación fundamentalmente ganadera de algunas explotaciones. Cuando se produce cereal o productos leguminosos la cosecha suele almacenarse en lo que se llaman trojes o graneros, ubicadas preferentemente en alguno de los pisos de la casa principal, como todavía se puede ver en la casa de Carvajal Villalobos (Mayoralgo), ocupando la entreplanta en su totalidad, en la que todavía se conservan en perfecto estado las compartimentaciones para los distintos frutos de la cosecha.
           Las explotaciones que incluyen entre sus actividades la cría de ganado porcino han de disponer de construcciones especializadas, pues con independencia de su alimentación temporal en el campo en régimen de montanera, requiere construcciones fijas para su enclaustramiento estacional. Así se levantan las corraladas, siguiendo una planta rectangular con un espacio al aire libre, para uso común por los animales, desde el que se accede a cada una de las zahúrdas o compartimentos individuales. Estas construcciones son ciertamente peculiares, constituidas por estructuras de piedra, a veces sillería muy bien labrada, con las que se forman estas corraladas de escasa altura, cubiertas también con lanchas de piedra y rematadas con tierra y barro que actúa como aislante térmico. A veces se usan construcciones de mayor volumen, llamadas zahurdón, para albergar varias cabezas. En todos los casos estas instalaciones se emplazan algo alejadas de la casa principal por cuestión de higiene, insectos y malos olores, pero como requieren la asistencia de un cuidador permanente, suele levantarse en las cercanías la llamada casa del porquero.
                Ya citamos antes, relacionado con la actividad de los pastores, el chozo, pero en realidad son varios los cometidos y funciones que puede desarrollar esta instalación, y por ello también son muy diferentes los tipos y modelos así como las soluciones constructivas que pueden emplearse, desde construcciones sólidas fijas, levantadas con carácter permanente en las inmediaciones de la casa principal o en pleno monte, hasta las instalaciones efímeras o temporales, incluso algunos chozos con piezas transportables, pasando por otros que cuentan con una parte fija y otra renovable. En nuestra tierra son muy frecuentes los chozos fijos, construidos de piedra o ladrillo, con bóveda también estable, en forma de cúpula o con tejado a dos aguas. También son muy utilizados los llamados chozos de horma, consistentes en un volumen cilíndrico construido de piedra, por lo tanto fijo y duradero, sobre el que se levanta una estructura vegetal renovable al cabo del tiempo. En la parte más occidental del área que estudiamos, entre Arroyo de la Luz y Aliseda, suele ser frecuente un tipo de chozo de piedra, parecido al “bohío”, de cuerpo cilíndrico y tejado a dos aguas, o con la cubierta cónica mediante estructura pétrea dispuesta por aproximación de hiladas, muy extendido en la comarca de Alcántara, situada en las proximidades[10].
                En el Libro de Yerbas de Alfredo Villegas, elaborado como sabemos a comienzos del siglo XX[11], se citan diversos tipos de chozos en las dehesas de la tierra de Cáceres, resultando en total una elevada cantidad de ejemplares, lo que delata que en las fecha era, todavía, una solución arto frecuente en los campos extremeños y, desde luego, absolutamente necesaria y en plena vigencia entonces, dadas las condiciones de trabajo en el campo, mientras que hoy está en franco, si no en total, retroceso. Se usan entonces diversos tipos, como el llamado chozo de monte, que es el más rústico y efímero, pues se erige como albergue temporal y se constituye con estructura y cubierta íntegramente vegetal. Como hemos dicho, también es muy frecuente el uso del chozo de horma, del que ya hemos dicho que se configura con muros de piedra y cubierta vegetal renovable, por eso a veces se citan alguno de estos ejemplares como “chozo de horma sin cubrir”, confirmando la posibilidad de usarlo de una u otra forma. Los chozos fijos, de obra, suelen fabricarse con cúpula semiesférica vista o con tejado a dos aguas, citándose en cada caso como chozo “de bóveda”, o “cubierto de teja”, respectivamente, de los que todavía pueden verse algunos ejemplares en buen estado cerca de la casa principal de algunos cortijos y casas de campo[12].
                En casi todas las casas de campo el gallinero es uno de los elementos imprescindibles, y generalmente suele estar al cuidado de los encargados o guardas de la finca. La ausencia de gallinas alimentándose y deambulando en patios y alrededores de la casa suele ser señal de ausencia de moradores permanentes en el caserío. Otros animales de corral son menos frecuentes, aunque a veces también se crían pavos y palomas, por lo que en ocasiones se habla de pavera o de palomar, aunque por lo general no se no se emplea instalación especializada, siendo lo más frecuente, en este caso, la utilización de habitaciones o construcciones abandonadas o en desuso. Uno de los casos más llamativo en cuanto a producción de aves es el de Conejeros, donde encontramos a comienzos del siglo XX, entre otras instalaciones, la existencia de gallinero, palomar y pavera, como anota Villegas en su Libro de Yerbas[13]. También son contados los casos de cortijos que disponen de asiento o corral de colmenas porque generalmente esta producción requiere un tipo de dedicación y especialización notablemente diferente a la habitual en estos campos, aunque a veces, operarios especializados desarrollan por cuenta propia esta explotación, como industria  casi independiente, en algún lugar de la dehesa. Sin embargo pueden verse otras instalaciones, igualmente especializadas, pero más relacionadas con los cometidos propios de la dehesa, como corral picadero de caballos, en los Arenales; tentadero, como en Arguijuela de Abajo, o en Torre del Guijo, donde se menciona como “corral espacioso para tienta de reses bravas”, así como en los Arenales, que se cita entonces con el nombre de “plaza para correr toros”. Finalmente, por relacionar un tipo de instalación escasamente mencionada, podemos recordar la existencia de perrera, como se nombra en Torre del Guijo.
                Además de estas dependencias pecuarias, muchos de los cortijos de esta tierra cuentan con diversos servicios, igualmente asociados a la actividad cotidiana, a veces imprescindibles para el desarrollo de la vida diaria de sus moradores, o simplemente necesarios para el desarrollo de la actividad agrícola y ganadera de la explotación. Entre los primeros puede mencionarse el horno de pan o tahona, inevitable en los cortijos más alejados de núcleos de población, en los que se precisaba de su propio autoabastecimiento. A veces estaba junto a la cocina o en el patio, y casi siempre constituía una pieza arquitectónica singular, especialmente llamativa en muchos de los ejemplares todavía conservados, como los de La Calera, Santa Leocadia o el de Malanda, por citar casos de muy diferente localización y cronología, pero que tienen en común la dedicación de un volumen exclusivo para esta función, así como su disposición y estructura abovedada.
                Casi todas estas casas cuentan con taller y herramientas para la reparación de los utensilios empleados en las labores, muchas veces se nombran como taller de aperos, otras veces como taller de carpintería, y generalmente como taller, y en no pocas ocasiones se asocian estos trabajos de mantenimiento con la existencia de una fragua.
                Como instalaciones productivas que también son necesarias, cave mencionar la existencia de algunas que podemos calificar, casi, como industriales; muchas de ellas aparecen nombradas desde mediados del siglo XVIII como podemos ver en el Catastro de Ensenada de 1753[14], tales como quesera, molino harinero, lanera o pila de lana, a veces se contaba con un local propio para el esquileo o esquiladero, cochera para carruajes, que se menciona en casi todos estos cortijos, noria, así como horno tejero, que se nombra en Torre del Guijo.
                Las casas dedicadas al cultivo de viñas, naturalmente también cuentan con el lagar como unidad fundamental en su explotación.
                Otros elementos que no pueden dejar de citarse son los relacionados con la cuestión hidrológica, el aprovisionamiento, suministro y almacenamiento del agua, verdaderamente imprescindible, tanto para personas como para animales, incluso para los cultivos. En cada caso se soluciona esta necesidad de una manera determinada, algunas disponen de un  curso de agua en su territorio, ya sea río o arroyo, aunque muchos de estos se secan en el verano. Casi todas cuentan con charcas y estanques, pese a que tampoco esto asegura la presencia continua del agua; por ello casi todas las casas tienen uno o varios pozos, fuentes y manantiales, y casi siempre cuentan con el auxilio de pilas o pilones para facilitar el abrevadero de los animales y en algunas ocasiones, además, la existencia de una noria posibilita el acarreo del agua, ya sea desde un pozo o desde el mismo río. En este punto no puede olvidarse la figura del aguador, pues a veces la fuente o manantial de agua potable estaba algo alejada de la casa y era preciso un acarreo continuo de la misma en cántaros y tinajas, lo que daba lugar a un espacio bien definido en la cocina como era lo que llamaban las cantareras.
                Hemos de decir que no hemos visto la existencia de aljibes, cisternas o grandes depósitos para almacenamiento de agua, como era frecuente, incluso imprescindible, en los castillos campestres, donde sí hemos contemplado algunos en esta misma zona, como en el caso del castillo de Mayoralgo. En los cortijos que aquí estudiamos, como decimos, el agua era un elemento renovable continuamente, para los animales estaba disponible en ríos, arroyos, charcas y estanques, a veces con la ayuda de pilas y abrevaderos construidos especialmente; y para las personas, proveniente de fuentes, pozos y manantiales, era almacenada en cantaros y piezas similares.    

PRINCIPALES ENCLAVES
E
n este epígrafe vamos a comentar algunas características de estos cortijos de forma monográfica, aunque sintética, refiriéndonos con mayor dedicación a las casas surgidas en época más moderna, preferentemente desde el siglo XVIII.
               
Área septentrional y noroccidental
                Las tierras situadas al norte y noroeste de Cáceres son el lugar de establecimiento de varias dehesas dedicadas a la producción ganadera y, sobre todo, una buena parte de este área reúne excelentes condiciones para la producción vitícola, siendo lugar de establecimiento de muchas viñas que, aunque hoy día han disminuido notablemente esta dedicación, mantienen todavía su función residencial y de recreo de forma muy acusada.
                En torno a la carretera de Salamanca aparecen algunas casas de interés, las cuales han disfrutado de distinta suerte en cuanto a conservación.
                Conejeros, en las inmediaciones de Cáceres, ya figuraba desde antiguo con el nombre de Arenal de Francisco de Ávila y en la segunda mitad del siglo XIX, al menos, esta dehesa alterna este nombre con el de Conejeros[15], con el que se la conoce ahora. La casa principal conserva algunas dependencias primitivas en las que se aprecia su carácter rústico y su dedicación preferentemente ganadera, pero igualmente son muy destacados los añadidos de nuevos volúmenes, algunos de ellos incorporados a mediados del siglo XX y dirigidos a mejorar la habitabilidad y carácter residencial del cortijo.
                La dehesa de Santo Toribio todavía figura en el Libro de Yerbas de 1875 con el nombre de Prado y Heredamiento de Pontefuera[16], mientras que en el publicado por Villegas en 1909 ya aparece como “Prado y Heredamiento de Pontefuera ó Santo Toribio”[17], recibiendo este último nombre de la ermita de esa advocación que se encontraba en las inmediaciones, la cual ya era citada por Madoz a mediados del siglo XIX[18]. En el Libro de Yerbas del citado Alfredo Villegas aparecen relacionadas una buena cantidad de instalaciones a comienzos del siglo XX, pues en torno a la casa de labor, de 10 habitaciones, había fragua, taller de aperos de labranza, corral, tinado para 24 reses, cuadra, un  pajar grande, charca, pozo  y fuente. En la actualidad la casa aparece reformada aunque conserva su dedicación agropecuaria y algunas de sus estructuras arquitectónicas antiguas.
                Algo más al norte está la Torre del Camarero, también llamada casa de Torrearias y que con anterioridad se integraba en el Arenal del Camarero. El núcleo principal lo constituye una casa de origen medieval cuya torre está desmochada, pero aún conserva su carácter fortificado así como el escudo heráldico con las armas de los Golfines, todo de finales del siglo XV[19]. Al lado de la casa se han ido añadiendo diversas construcciones pecuarias entre las que destaca un espacioso tinado así como otras naves usadas como pajares y almacenes, especialmente un volumen constituido por una sólida estructura de arcos transversales.
                La zona septentrional de este territorio jurisdiccional de Cáceres, especialmente las tierras comprendidas entre Arroyo de la Luz y Casar de Cáceres, son adecuadas para el cultivo de viñas. Su dedicación especializada ya se registra, al menos, desde comienzos del siglo XVII, citándose entonces viñas en el Pago del ejido de Casar de Cáceres, Pago de Santa María del Prado, Baru y Valdejuán, así como en los pagos de la Mata Pulgarina, Mata de Ribera, Mata de Nidos, y la Matilla, y algo más al norte, en el Pago de Pozo Morisco y La Calera[20]. Generalmente son propiedades de moderada extensión, aunque disponen de todas las instalaciones necesarias para la producción vitícola, desde edificios para almacenamiento y el lagar, hasta construcciones de tipo residencial para los dueños. En estos libros de yerbas del siglo XVII que hemos podido encontrar, además de las dehesas particulares y comunales, se incluyen también las viñas en lista aparte, anotándose la capacidad total de cada demarcación por el número de cabezas que pueden hacer, lo que nos permite contemplar la siguiente distribución de tierras dedicadas a la ocupación vitícola en esta zona[21]:
Pago de viñas y olivares del ejido de Cáceres:                            4.000 cabezas.
Pago del ejido del Casar:                                                                  3.000        
Pago de Santa María del Prado, Baru, y Valdejuán:                     2.500    
Pago de Pozo Morisco y La Calera:                                                 1.500    
Pago de la Pulgarina:                                                                            500   
Pago de la Mata de Ribera:                                                                  400   
Pago de la Mata de Nidos:                                                                   300   
Pago de la Matilla:                                                                                 200   

                A mediados del siglo siguiente, en 1753, el Catastro de Ensenada añade información sobre las casas y lagares respectivos, además de citar los nombres de los propietarios. Hemos podido constatar la existencia de muchas propiedades de este tipo, con una capacidad que suele oscilar entre 5 y 35 yuntas.  Se describen entonces, por lo general, como casa de dos pisos, y se anota su dedicación “para lagar y bodega” o como “lagar y recogimiento del fruto”, contando como pieza fundamental y especializada con la “vasija” o “bodega”, más otras dependencias auxiliares, entre las que se contaba el horno, o la caballeriza, ubicada en la misma casa o en otra situada al lado.
                Como ocurre en otros lugares que estamos estudiando, también en esta zona de viñas está la propiedad asociada, en la mayoría de los casos, a los más ilustres apellidos y linajes cacereños. A modo de ejemplo vamos a citar los nombres de algunos de estos propietarios, según se registra en el mencionado Catastro de Ensenada en 1753, donde además, también a modo de recordatorio, anotaremos la capacidad de la explotación (medida en yuntas) y las dependencias importantes de la casa.
                En la Mata Pulgarina, el Conde de Abrantes y Linares tenía una viña de 15 yuntas, con casa lagar de 2 pisos[22]. Cayetano de Rivera y Ovando poseía una viña de 14 yuntas, con casa de lagar y recogimiento de frutos[23]; y Alonso Pablo de Ovando tenía una viña de 33 yuntas y otra de 5 yuntas, con casa de dos pisos, para lagar con bodega, y caballeriza separada[24]. También tenía aquí tierras, entre otros, Alonso Montoya, en este caso una viña de 14 yuntas, con casa con su lagar y vasija[25]. Similares características tienen las instalaciones en la llamada Viñas de la Mata, donde entre otros tienen propiedades García Golfín de Carvajal y Benito Sánchez del Pozo, por citar un propietario de los ilustres de Cáceres y otro con apellido más o menos corriente. El primero aparece en el Catastro de Ensenada como propietario de una viña en La Mata, con casa lagar para recolección de frutos[26], y el segundo es dueño aquí de una viña de 6 yuntas, con casa de recogimiento, de dos pisos y caballeriza[27].
                A finales del mismo siglo XVIII, en 1798, el “Interrogatorio” de Tomás López cuantifica en algo más de trescientas el número de casas lagares existentes en la zona[28], y por las mismas fechas Simón Benito Boxoyo habla de estas tierras como lugar de concurrencia populosa, donde dice que acuden sus dueños a recoger la cosecha, y también aparece ya el concepto de lugar de recreo y descanso, entre otras de las posibilidades que ofrecen estas casas[29]. A mediados del siglo XIX Pascual Madoz subraya esta función recreativa y lúdica respecto a las Viñas de la Mata y otras en este lugar, destacando también la concurrencia y la animación de estas viñas en época de vendimia, su amenidad y asimismo la calidad de los lagares[30]. En realidad este es el uso mayoritario que se da a estas casas desde hace algunos años, lugar de retiro y recreo como segunda vivienda para algunos vecinos de la ciudad de Cáceres, lejos de las actividades productivas que motivaron su existencia y que dieron nombre al lugar.
                También por esta zona, entre Arroyo de la Luz y Casar de Cáceres, está la dehesa y casa de La Calera. La construcción principal debe datar del siglo XVII y de ella ya hay referencia en el Catastro de Ensenada a mediados del siglo XVIII[31]. El cortijo se organiza en torno a un patio o glorieta, con la casa principal y un horno a un lado, más la capilla y varias construcciones pecuarias en el otro. En la casa principal se percibe bien la dualidad funcional oscilando entre su actividad residencial y la productiva, pues en el piso superior se disponen todas las habitaciones para alojamiento y estancia de la familia titular, algunas con buenas techumbres de madera, mientras que en la planta baja, a partir del zaguán y vestíbulo de entrada, se suceden varias habitaciones utilizadas como cuadras y caballerizas, con acceso directo desde una puerta trasera (ahora tapiada) y también desde la puerta principal. La capilla es un volumen de apreciables dimensiones, con una nave más cabecera cubierta con bóveda de media naranja y retablo de factura barroca clasicista datable en la primera mitad del siglo XVII. Al conjunto se han ido añadiendo a lo largo del tiempo otras dependencias pecuarias que reafirman su condición de explotación rústica.
                Interesa hacer referencia a otras construcciones situadas en las cercanías de la carretera de Malpartida de Cáceres, donde la más destacada es la llamada casa de los Arenales, situada entre Cáceres y Malpartida de Cáceres. Se conocen estas tierras como Arenal de García Golfín y hay datos de su vinculación a esta familia al menos desde comienzos del siglo XVI[32]. A esa centuria pertenece lo más antiguo de la casa, en la que se combinan los rasgos de edificio señorial y casa de labor, lo primero acusado en los blasones graníticos de las familias Golfín y Godoy situados en la fachada así como en las pinturas al fresco conservadas en la pequeña capilla, todo de finales del siglo XVI o comienzos del XVII. Pero el cortijo, además de esa casa principal cuenta con otros muchos volúmenes arquitectónicos dedicados a menesteres pecuarios y agrícolas, constituyendo un complejo verdaderamente extenso y variado en sus funciones rurales, entre cuyas instalaciones se contaba con una cochera para carruajes, tinados, cuadras, picadero de caballos, zahúrdas, local para esquileo, charcas y estanques, lo que da idea de su actividad y complejidad, todo lo cual se ha mantenido en funcionamiento hasta fecha reciente, pues ahora, tras la realización de obras de rehabilitación y restauración, parece que se pretende dedicar a otras funciones, quizás de hostelería.
                Algo más alejada está la dehesa Majón, que a comienzos del siglo XX ya era una buena explotación, con casa de labor constituida por 14 habitaciones, más cochera, tinado, cuadra y pajar, contando con una fuente, un pozo abundante y una charca[33]. Actualmente mantiene la casa su actividad agropecuaria y se han añadido nuevas instalaciones y uso residencial y de recreo.

Área nororiental
                En varias dehesas que atraviesa la carretera de Monroy pueden verse algunos cortijos, en este caso constituidos fundamentalmente por construcciones agropecuarias y muy pocos dotados con dependencias de tipo residencial, y las que existen suelen ser de reciente cronología. Carretona de Guadiloba, cuenta con una casa de labor de escaso interés, tinado y varios regatos para abrevadero de ganado. Todo es relativamente moderno ya que en el Catastro de Ensenada, de 1753, la dehesa, propiedad del Marqués de Ribilla y Aguileras, figura sin edificaciones[34]. Sin embargo, contaba en 1909 con una pequeña casa de labor, de 3 habitaciones, más tinado y corral, además de agua suficiente en dos fuentes y en el río Guadiloba[35].
                Más recientemente se ha construido, algo separado de la casa, un aprisco conforme a la tipología reiterada en otras fincas próximas. Sin ser una obra de extraordinaria magnitud ni antigüedad, constituye un modelo que repite formas tradicionales propias de la arquitectura rural y popular de la zona. Consta de una nave de cerca de 40 m de longitud, flanqueada por dos pequeñas crujías transversales que sobresalen en los extremos y que, a la vez, delimitan el corral. La nave principal se dedica a la estabulación de ovejas y está constituida por un espacio diáfano que se abre al corral a través de dos espaciosas puertas y toda una sucesión de vanos de medio punto que procuran luz y ventilación al interior. Lo más interesante de este cuerpo es la original cubierta que, pese a tener una luz de 8,50 m se cubre con una estructura de tejado a dos aguas que descansa sobre una sencilla y ligera armadura de madera sin apoyos intermedios, constituida por pares de finos largueros y tirantes rústicos dispuestos en una sucesión de numerosas  y toscas “tijeras”, colocadas a escasa distancia entre sí, sobre las que descansa la tablazón que sirve de base al tejado. Las crujías laterales se dedican apara almacén y otros servicios.
                Por su parte, Corchuelas de Guadiloba y Pizarro sólo tenía a comienzos del siglo XX 4 chozos de horma y un espacioso corral, más dos fuentes y abrevadero para el ganado en el mismo río Guadiloba[36]. Actualmente los elementos más destacados son varios apriscos o tinados modernos, construidos ya entrado el siglo XX, en los que se sigue este modelo reiterado en la zona, consistente en una nave alargada flanqueada en sus extremos por otras dos transversales,  más cortas, formando una “U” que sirve de marco al corral rectangular que se ubica entre los tres lados y se abre por el cuarto al campo[37].
                Más antiguo que estos, y desde luego más voluminoso y capaz, es el tinado de la dehesa de Espadero que se haya en las proximidades. Aquí pueden verse en la actualidad varias construcciones modernas, entre las que sobresale una buena casa de labor en la que se subraya su carácter residencial y de recreo. Pero entre las construcciones más antiguas de la explotación debemos destacar el mencionado tinado, del tipo de los anteriores pero mucho más capaz y, sobre todo, más antiguo, pudiendo ser, incluso, el primer antecedente de este modelo en la zona. Dispone del mismo tipo de planta en “U” pero con mayor superficie útil al aumentar la anchura de la construcción mediante estructuras arqueadas de ladrillo y pilares en su eje longitudinal, donde descansa la cumbrera de su tejado a dos aguas. Quizás este sea el tinado que describe Villegas en 1909 en su Libro de Yerbas al hablar de “un tinado grande capaz para 40 reses y un corral como de una fanega, que sirve de patinadero del tinado”[38]. En todo caso nos parece más antiguo que los dos anteriores y pensamos que debía estar ya construido a comienzos del siglo XX. Las construcciones residenciales y las demás instalaciones rústicas de esta propiedad son más modernas pues sólo aparece en la mencionada descripción de Villegas una pequeña casa de 4 habitaciones, cuadra y pajar, más el tinado referido.
                Las construcciones de Castillejo de Guadiloba son bastante más antiguas, figurando la existencia de algunas desde el siglo XVI, 1516 al menos, cuando era propiedad de la familia Ulloa[39]. Desde comienzos el siglo XX ya se concreta una casa de labor de dos pisos, con 7 habitaciones, corral, tinado, cuadra y pajar, más un horno de cocer pan, así como varias fuentes y charcas, más abrevaderos en el río[40]. La estructura del caserío que puede contemplarse ahora, aunque modesto, es interesante por constituir un ejemplar del modelo de “muralla” que vemos definirse en otros cortijos de las tierras de Cáceres[41]. Este caso concreto se caracteriza por organizarse el caserío en torno a un patio cuadrado, accesible por uno de sus lados a través de un portón rematado con pináculos, con las edificaciones dispuestas en los flancos laterales, en uno las dependencias pecuarias y en el otro las residenciales, mientras que el flanco posterior está abierto directamente al campo.
                Varias dehesas en esta zona conservan el nombre de Palacio, aunque muchas no poseen edificaciones y ninguna tiene edificios que se aproximen siquiera a este calificativo, como Palacio de Don Juan y Palacio de Pedro López, ambas sin construcciones de interés, así como Palacio de las Monjas o de Doña Blanca, sólo con una pequeña casa antigua, igual que Palacio de las Puentes o de Hernando Álvarez, que además de una pequeña casa de labor de 4 habitaciones tiene desde principio del siglo XX, al menos, corral, cuadra, pajar y tinado, todo lo cual puede contemplarse actualmente en torno a un modesto patio central, aunque de apreciable sabor rústico.
                También se levantan algunas instalaciones muy interesantes en las dehesas situadas en el entorno de la carretera de Santa Marta de Magasca. Esta zona oriental del ámbito territorial que estudiamos se caracteriza por su plena adscripción  al paisaje de los Llanos de Cáceres, son tierras dedicadas a cereales o pastizales desprovistas de vegetación arbórea. En estos parajes la edificación verdaderamente monumental es la casa de Arrogatos que estudiaremos enseguida. Sin embargo, el sistema de explotación agropecuaria ofrece algunos modelos arquitectónicos de interés, los cuales, aunque de implantación moderna, merecen un comentario.
                Aquí se reitera, como edificación agropecuaria más peculiar, la llamada muralla. Esta, como venimos diciendo, es una construcción formada por cuatro crujías en torno  a un patio o corral cuadrangular situado en el medio; en una de los flancos se abre el portal de entrada al patio, y en los otros, y a veces en este mismo, se levanta el conjunto de las dependencias, tanto las de carácter residencial como las productivas y de labor.
                Junto al cruce de la carretera de Trujillo y la de Santa Marta de Magasca se puede ver una de estas construcciones de tipo “muralla”. Nos referimos a la de la dehesa Marimarco de Arriba, construida a comienzos del siglo XX, con posterioridad a 1909 ya que Villegas no hace mención de la misma, tan sólo de un “chozo de bóveda”, indicando también que en esta dehesa estaba entonces la casa de postas del coche-correo de Cáceres a Trujillo, la cual contaba con dos habitaciones, cuadra y pajar[42], que puede ser el antecedente de la que ahora comentamos.
                Se trata de un tipo de “muralla”, como todas, con cuatro crujías en torno a un patio cuadrangular. Aquí se usa como alojamiento y vivienda la parte central de la crujía meridional, la cual cuenta con una puerta de acceso directo a la calle y otra al patio, así como con ventanas de mayor desarrollo, tanto en su fachada exterior como en la del patio interior. Las crujías de oriente y poniente se constituyen por varios tramos configurados por grandes arcos transversales, de ladrillo, sobre los que descansa el tejado de madera a dos aguas. En estas se han dispuesto en fechas recientes varios tabiques de separación para compartimentar algunos espacios que se usan como granero y almacén, y anteriormente, además, para la recogida de las yuntas de los arrendatarios, como delatan los pesebres que todavía pueden verse en uno de sus lados.
                Recientemente se ha colocado en la pared central del patio un escudo granítico procedente de la casa de la Matilla, el cual parece datar de finales del siglo XVI o comienzos del XVII que, naturalmente, no tiene ninguna relación con la construcción que ahora comentamos.
                En las cercanías de este lugar, en la dehesa de Las Hinojosas, es característica la “muralla” construida en 1918 para potenciar la explotación agrícola. Entonces se levantó este complejo que, en realidad, está compartimentado en 30 pequeñas casas adosadas, para los aparceros, las cuales constan de una habitación, cocina y cuadra, unas con salida al campo y otras al patio. Con anterioridad a esta fecha, como se señala en el Libro de Yerbas de 1909[43], la dehesa sólo contaba con un chozo de horma y dos corrales para yeguas, disponiendo también de una fuente abundante y un abrevadero permanente en un arroyo. Su dedicación era de puro pasto, capaz para 1.200 cabezas. Actualmente siguen aprovechándose sus hierbas para rebaños de ovejas, aunque ya no desarrollan la misma función las casas de los aparceros que componen la “muralla”, siendo ahora muchas de ellas utilizadas como pequeña casa de fin de semana para inquilinos o propietarios vecinos de los pueblos próximos, sin que muchos de ellos tengan dedicación o relación con el campo.   
Más en el interior de esta demarcación está la dehesa de Arrogatos, donde se alza la construcción de mayor monumentalidad de la zona. La casa data de la segunda mitad del siglo XVIII y fue construida por la familia Carvajal Ulloa[44], cuyas armas heráldicas pueden verse labradas en piedra sobre la fachada. Es un interesante y completo conjunto arquitectónico formado por la casa principal, de gran volumen, con carácter palaciego, residencial y de recreo, más las instalaciones agrícolas y ganaderas que se disponen detrás de la casa, en torno a un patio. Se forma así uno de los más característicos complejos de “muralla” que se alzan en el área de este estudio, aunque hay que anotar que el flanco más occidental fue cerrado en el segundo tercio del siglo XX.
                La casa principal  es de dos pisos y está cubierta con un tejado a dos aguas. La planta superior se dedica como zona residencial de los dueños, muy bien acondicionada desde mediados del siglo XX, mientras que la planta baja alberga las funciones más relacionadas con diversos aspectos administrativos y económicos del cortijo. En las habitaciones bajas de la fachada, además del zaguán se encuentran la oficina, biblioteca y capilla, mientras que a lo largo del lado contrario, hacia el patio interior, se suceden varias habitaciones para diversos menesteres rústicos, como almacenes, laneras y otros usos. Las restantes dependencias agropecuarias se instalan en las otras tres crujías que completan la forma rectangular del patio. Aquí, salvo el trazado regular de la planta, las alturas y volúmenes son muy distintas entre sí, disponiendo de diferente configuración y estructura según su finalidad. La crujía meridional, de una sola planta, alberga la residencia de los arrendatarios, mientras que la septentrional tiene dos pisos, el inferior de estructura barroca compartimentado en cinco tramos con arcos fajones y paños de bóveda de cañón con lunetos, mientras que el superior es de carácter popular, pero también interesante, configurado con arcos diafragma, apuntados, sobre los que apea la cubierta de tabla, caña y teja vista. Además, envuelven el recorrido de las tres crujías de uso rústico otras construcciones agropecuarias que sirven como corrales, cobertizos, tinados, gallineros, etc., todo lo cual informa bien a las claras de la complejidad y posibilidades de esta explotación que, aunque hoy discurre con un ritmo mucho más sosegado, evidencia en su configuración la vitalidad que tuvo que poseer en tiempos pasados, muchas de cuyas actividades, y no sólo las de carácter religioso, tendrían que ser marcadas con el esquilón que todavía se alza sobre la espadaña barroca que corona el tejado.

Zona meridional
                En el área meridional del término municipal de Cáceres es donde se aprecia una mayor concentración de cortijos y grandes casas de campo, siendo además donde estos participan de una mayor variedad y monumentalidad arquitectónica. Aquí sobresalen dos zonas que aunque poseen características diferentes tienen en común la alta cualificación de sus tierras para el pastoreo de ganado. La más cercana a Cáceres es la constituida por las dehesas afectadas por el curso del río Salor y de su afluente el Ayuela, las cuales, además de beneficiarse de citados caudales de agua a efectos de riego y abrevadero, poseen buenas y tempranas hierbas que afloran desde el comienzo de las primeras lluvias de otoño, aunque el verano resulta considerablemente árido y difícil para el pastoreo dada la ausencia casi total de precipitaciones. La segunda demarcación corresponde a la sierra de San Pedro, caracterizada por corresponder a un paisaje de monte alto muy adecuado para el régimen de explotación combinada de la dehesa, aprovechándose las hierbas y la bellota, además de leña y corcho, incluso el cultivo de tierras en algunas zonas, y los recursos cinegéticos, todavía muy apreciados y explotados en la actualidad.
                Para abordar la contemplación de los cortijos que se extienden en estas zonas haremos un recorrido sucesivo a través de las carreteras que desde Cáceres se dirigen dirección Badajoz, Mérida y Medellín, sucesivamente, para finalmente adentrarnos en la sierra  de San Pedro.
                En torno a la Carretera de Badajoz encontramos algunas de las torres y castillos más antiguos de estos campos, como hemos indicado con anterioridad, algunos de los cuales ya dijimos que también desempeñaron cometidos rústicos y de labor, incluso hasta la actualidad, con el consiguiente añadido de nuevas instalaciones pecuarias, además de la dedicación y uso de las antiguas para sus tradicionales menesteres de carácter residencial. Así lo podemos ver entre otros sitios en Corchuelas, Carretota del Salor, Torre de Juan de la Peña, Torre de los Mogollones, Castillo de las Segura, o en las casas fuertes de Mayorazguillo de Vargas, Martina Gómez o Casa del Aire.
                También vemos en esta zona auténticas casas señoriales concebidas como si de palacios urbanos se tratara, aunque también con edificaciones anexas dedicadas a la explotación agropecuaria, constituyendo un interesante modelo de cortijo con la casa-palacio presidiéndolo todo, más una ermita exenta al lado, o en la misma casa, y las construcciones pecuarias en las inmediaciones, como hemos visto en la Quinta de la Enjarada o en Hijada de Vaca, ambas del siglo XVI, o en las casa de Seguras de Arriba, de los siglos XVI y XVII.
                En esta zona veremos con algo más de detenimiento otros cortijos que poseen un carácter más rústico, surgidos en época algo más tardía, desde el siglo XVIII al menos.
                La dehesa Acehuche dispone de una casa grande que tenía 12 habitaciones al menos desde 1909, cuando la describe Villegas[45], entonces, además de otras dependencias eminentemente rústicas como cochera, tinado, dos cuadras, pajar, desvanes y graneros, acreditaba su función también como casa de recreo por la existencia de un jardín que todavía se puede ver en la actualidad. También tenía entonces tres pozos y abrevadero en una charca.
                La casa de Peña Horcada debe remontarse a finales del siglo XIX. Al menos en 1909 figura como una construcción de gran porte al describirse con sus dos pisos y 18 habitaciones, más un buen número de dependencias pecuarias y de servicio: tinado, cuadra, pajar, cochera, corral, y además un jardín[46], como se solía acostumbrar entonces en las casas de esta zona que también tenían encomendada función de recreo. Recientemente se han hecho obras de ampliación y acondicionamiento en la misma, aunque todavía conserva su configuración próxima a la figura de “muralla” que tanto se reitera en las cercanías de Cáceres, en este caso, con el edificio residencial ofreciéndose como fachada principal mientras que en la parte posterior del patio se levantan las crujías reservadas para las actividades pecuarias.                
                En las cercanías, la dehesa Albarranas está dotada con abundantes instalaciones desde comienzos del siglo XX, al menos, pues entonces se relaciona una casa con 12 habitaciones, más tinado, cuadra, dos pajares, cochera, corral, gallinero, dos corraladas para cerdos, con una casa para el porquero, y también un chozo de teja[47].
                Escobosa se constituía con parecidas instalaciones durante los primeros años del siglo XX, también una casa con 12 habitaciones, más tinado, cuadra, pajar, cochera, gallinero y dos corrales[48]. En las últimas décadas se ha añadido un jardín que subraya su dedicación residencial.
                La dehesa Hijadilla cuenta con un caserío del que existen testimonios desde el siglo XVIII al menos, figurando en el Catastro de Ensenada, en 1753, con una elevada valoración de renta, disponiendo ya entonces de una casa de dos pisos que comprendía además caballeriza, troje, pajar y tinado, a la que se añadía otra construcción para quesera y una corralada de cerdos[49]. A comienzos del siglo XX, además de confirmar la existencia de la casa de dos pisos, en la que se contabilizan 6 habitaciones, más tinado y cuadra, se anota la existencia de un molino harinero sobre el río Salor[50], lo que manifiesta el incremento productivo de la dehesa y casa, así como el aprovechamiento añadido del río Salor que cruza la propiedad.
                La casa de Torre de los Mochuelos es una construcción modesta con techumbre a teja vana, en la cual se hizo constar en esgrafiado la fecha de 1886, año en el que se hicieron algunos añadidos y reformas, aunque también de carácter popular.
                En Redondilla podemos ver actualmente una gran casa, reformada y modernizada, que contrasta con la modesta construcción de 7 habitaciones que tenía la dehesa a comienzos del siglo XX.
                También en la dehesa de la Aldehuela la casa actual que sirve de núcleo principal es de factura moderna en su mayor parte, datable en el siglo XIX pero con evidentes añadidos posteriores. Está constituida por un apreciable volumen distribuido en dos pisos en los que se abren numerosos balcones y grandes ventanas, teniendo delante de su fachada un espacioso jardín que, aunque muy abandonado, todavía permite visualizar el ambiente y carácter lúdico que caracterizaba a estas casas hace unos años. Al lado se extienden las dependencias pecuarias todavía en uso, en las cuales se aprecia su carácter popular y al mismo tiempo su mayor antigüedad por haber recibido, al parecer, menos añadidos modernos que la casa principal.
                Esta zona de la Aldehuela tuvo gran vitalidad desde tiempos remotos como atestiguan varias y antiguas ermitas que aún persisten en los alrededores: Santa Olalla, San Benito, Santa Lucía, o San Jorge[51]. También existen  datos documentales de algunas construcciones de carácter residencial desde el siglo XVI, en la que son protagonistas varios miembros de las familias Ovando Mayorazgo y Blázquez de Cáceres[52], pero cuya persistencia en la actualidad no puede concretarse. En cambio, sí parece cierto que la casa actual debe corresponder, aunque con muchos añadidos y reformas como hemos dicho, a la edificación que en 1753 identifica el Catastro de Ensenada en este Heredamiento de Aldehuela, siendo propiedad entonces de don Tomás Pulido Estopani, entre cuyas posesiones se incluye en este lugar una casa de dos pisos, con cuadra, graneros, pajares y un corral[53]. En una de las dependencias anexas utilizada como almacén figura inscrito el año 1847 con el que se fecha una intervención posterior en el lugar, aunque al parecer con carácter de obra menor. A comienzos del siglo XX Villegas recoge con gran detalle las características del inmueble principal de este “Heredamiento y Prado de la Aldehuela”[54], que califica como “gran casa”, con caballerizas, corral, tinados, corraladas para cerdos y casa de porqueros. También incluye, además de varias huertas, fuentes y  manantiales de agua, “una glorieta con un paseo …” situada delante de la casa, que es el jardín que ya hemos citado y que todavía puede verse semiabandonado en el mismo lugar.
                Asimismo en torno a la carretera de Mérida, especialmente en el área de los campos del Salor, puede verse una buena cantidad de construcciones que han venido levantándose desde finales del siglo XV y a lo largo del XVI, sobre todo torres y castillos, así como algunos edificios de tipo palaciego y señorial, en torno  a los cuales se fueron añadiendo construcciones agropecuarias que confieren al conjunto un carácter mixto, como casa de labor y al mismo tiempo casa de recreo, además con un fuerte impacto de índole simbólica dada la monumentalidad y atractivo de las correspondiente construcciones. Así puede apreciarse en las casas de Las Cerveras, donde se aprovechan sendas torres medievales, o en la casa de Santiago de Bencáliz, donde se hace otro tanto. Lo mismo ocurre en los Castillos de Arguijuela de Abajo y Arguijuela de Arriba, surgidos a finales del siglo XV y desde comienzos del XVI respectivamente, o en la atractiva casa de Carvajal Villalobos (Mayoralgo), a cuya construcción renacentista de mediados del siglo XVI se añadieron hasta época reciente un buen número de dependencias para el desarrollo de la actividad ganadera en la dehesa, algunas de las cuales estructuradas con atractivas arquerías, unas con arcos cruzados organizando el espacio en varias naves merced a la sucesión de una fila de pilares en el eje longitudinal, y otras con arcos transversales compartimentando el interior en varios tramos paralelos, como el de Carvajal Villalobos, ya en estado ruinoso.
                Sin embargo, en esta zona es bastante más moderna la casa del Trasquilón. A mediados del siglo XVIII sabemos por el Catastro de Ensenada que la propiedad de esta dehesa pertenece a la familia Roco de Godoy, concretamente a Pedro Roco de Godoy y Contreras, incluyéndose ya la casa, con sus tres pisos[55]. Este debió ser el personaje que construye el edificio durante el segundo cuarto del siglo pues en el escudo que preside la fachada campean sus armas y las de su esposa María Francisca Golfín del Águila, con quien había casado en 1721, aunque el escudo debió ser añadido algo más tarde por su sobrino y heredero Gonzalo Antonio de Carvajal que aportó por matrimonio la corona marquesal que remata el blasón [56].
                La explotación ya era entonces un gran complejo residencial y agrícola, pues en el citado Catastro se incluyen como edificaciones anexas de este edificio principal, un corral, caballerizas, pajar y tinado, más una casa quesera, de un piso, y otra casa pequeña.         El edificio principal es un bloque unitario que se organiza en cuatro cuerpos que delimitan las pilastras adosadas que jalonan sus fachadas, seguramente, la parte más occidental sería añadida algo más tarde como se percibe por la presencia descentrada de la portada y escalera principal. En todo caso se manifiesta la construcción al modo de un palacio de tipo civil urbano, como una auténtica casa de recreo más que un inmueble de uso agro ganadero.
                Su organización interna sigue la tipología que estamos contemplando como habitual en este momento, con planta estructurada en torno a un pasillo que actúa como eje y que se extiende desde la puerta principal hasta la trasera, disponiéndose a uno y otro lado las distintas habitaciones, cubiertas con bóvedas de cañón o de arista. En una de las habitaciones se ubica la capilla, a la que se accede desde el interior o desde la calle, en esa dualidad privado-público que estamos contemplando.
                La actividad agropecuaria se organiza en un conjunto de dependencias dispuestas a los lados y detrás de la casa principal donde se forman las crujías configuradas cada una de ellas con dos naves separadas por atractivas estructuras de columnas y arcos, aprovechándose como soportes algunos grandes cipos graníticos, de origen romano, con inscripciones.
                También la carretera de Medellín aglutina igualmente en su entorno un buen número de casas de campo que, como siempre, constituyen el centro de las respectivas explotaciones.
                La dehesa Matamoros ya tenía casa a comienzos del siglo XX[57], aunque modesta, con 7 habitaciones, más tres cuadras, un pajar y un corral. Su proximidad a Cáceres y la existencia de agua abundante en dos pozos y una fuente le permitieron el desarrollo de su actividad pecuaria, lo mismo que en la dehesa de Pradillo de Arropéz que, aunque algo más alejada, también tenía entonces una casa de labor de dos pisos, con 11 habitaciones, y además un granero amplio, cochera, tinado, dos cuadras, dos pajares y un corral, y se abastecía de agua en dos charcas y sobre todo con las fuentes del Arropéz[58].
                La Alberca cuenta con diferentes construcciones de distinto carácter, tanto residencial como pecuario y de servicios diversos. En lo alto de un cerro que domina la carretera se alza la casa de recreo, construida a mediados del siglo XIX, constituida por un volumen prismático de planta cuadrangular sobre la que se levanta el piso principal en planta baja con un doblado encima, cubriéndose todo con un tejado a cuatro aguas. El esquema de distribución interior es muy sencillo y racional, como suele ser habitual en las casas de campo de esta época, pues consta de un puerta principal en el centro de la fachada desde donde se accede a un zaguán y pasillo que recorre la casa en su totalidad, a los lados se abren las diferentes habitaciones y finalmente el pasillo llega al exterior por una puerta trasera opuesta a la principal. La casa es de aspecto sencillo, constituida con mampostería revocada y enjalbegada más sillería falsa en las esquinas, y conserva la tradición de los métodos populares de esgrafiado y al mismo tiempo también pueden verse algunos escudos heráldicos de granito en los que pretende evidenciarse su carácter señorial, pese a que estos son posteriores, al menos el situado sobre la puerta principal, con las armas de los Condes de Adanero, que al ser colocado obligó a deteriorar y casi borrar la cartela esgrafiada que se hallaba en ese sitio, aunque por fortuna y pese a posteriores encalados, todavía hemos podido ver la fecha de 1848 que data la construcción. También cuenta la casa con otros dos escudos de Ulloa en esta fachada principal y otro en la posterior.
                Hasta principio del siglo XIX la dehesa pertenecía al monasterio de Guadalupe y pasó a manos privadas en 1815[59], figurando, al menos en el Libro de Yerbas de 1875[60], como posesión de una rama de los Ulloa, lo que justifica los blasones de este linaje. Enseguida estos Ulloa recogerán el título de Condes de Adanero, dando lugar a la incorporación de su escudo en fecha posterior, como hemos visto en el blasón central de la fachada.
                La dehesa cuenta con varias construcciones más para usos domésticos y pecuarios, una casa para los guardas y otra pequeña para capilla, entre otras más, y asimismo una construcción especialmente interesante que tiene dos pisos, un atractivo tinado en planta baja y habitaciones para arrendatarios en la superior, más un volumen en forma de ábside semicircular que sirve de pajar y que se relaciona directamente con el tinado de planta baja. El edificio se constituye con fábrica de mampostería mientras que la estructura interior de planta baja es de ladrillo, organizada en tres naves que se compartimentan en siete tramos mediante una interesante disposición de arcos y bóvedas de arista, todo de ladrillo visto, que confiere al espacio un atractivo muy apreciable, sirviendo las naves laterales para la estabulación del ganado y la central, a modo de pasillo, para servicio de los pesebres.
                La dehesa Lagartera ya la hemos mencionado al principio hablando de la Torrecilla de Lagartera, una de las construcciones más antiguas de estos campos, ya mencionada en 1399. A lo largo del tiempo la explotación ha experimentado distintas vicisitudes, incluida su fragmentación, pues al menos desde finales del siglo XVII encontramos la propiedad dividida en seis cuartos con diferente dedicación ganadera, citándose en el Libro de Yerbas de 1694 las siguientes partes: cuarto de las Casas, para 500 ovejas; cuarto de las Casas de la Zafra, con capacidad para 1.000 vacas; el cuarto de la Torre para 800 carneros; Fuente Corchada, dedicada a 700 ovejas; cuarto de Agujas también para 700 cabezas ovinas; y el cuarto del Medio, para otras 300 ovejas[61]. A mediados del siglo XVIII el Catastro de Ensenada registra cinco cuartos el del Medio, y en catastros posteriores sólo se relacionan cuatro porque aparece el de Fuente Corchada unido al cuarto de las Casas. Ya en el referido Catastro de Ensenada se hace mención de varias construcciones en la dehesa, entre las que sobresale una casa de dos pisos, con patio, caballeriza, tinado y pajares[62], que debe corresponderse con lo más antiguo de la casa de Lagartera y que aún puede verse en el centro del caserío actual, donde se conservan los volúmenes de la parte residencial y los de las dependencias pecuarias. La casa principal, de dos pisos, tiene habitaciones de mediano tamaño, con bóvedas de arista o cañón en planta baja y techumbres de madera en la superior. Como era costumbre en la época, la gran chimenea-hogar con bancos corridos de la planta baja delata la dedicación popular de esta zona inferior, mientras que el refinamiento en los acabados y la chimenea francesa del piso alto recuerdan su uso exclusivo por los dueños de la casa. Este volumen se alza en uno de los cuatro flancos que constituyen el patio central, pero en uno de los otros lados todavía pueden verse algunos de los tinados y naves antiguas, construidas con interesantes estructuras de arcos y pilares; mientras que en los demás flancos se han introducido diversas reformas y añadidos dado el continuo uso y modernización del cortijo. A mediados del siglo XX ya disponía de luz eléctrica y se hicieron importantes reformas y ampliaciones, incluyendo la construcción de una escuela donde recibían formación reglada los hijos de los empleados de la dehesa. En la actualidad puede verse este bloque primitivo, con sus ampliaciones, pero además se han construido en las inmediaciones otras espaciosas y modernas naves que reflejan la vitalidad y persistencia de la actividad agropecuaria de esta dehesa.
                En esta zona no puede dejar de citarse el caserío de Zamarrilla, antiguo arrabal de Cáceres, hoy despoblado, donde todavía se conservan varios edificios nobles y algunas casas de labor, así como la vieja iglesia parroquial, aunque todo, lamentablemente, en gran estado de abandono y ruina[63]. Desde finales del siglo XVII, al menos, figura como Heredamiento de Zamarrilla, siendo su principal titular la familia Ovando, quienes ya constan en el lugar documentalmente al menos desde el siglo XVI. En lo alto del cerro que domina el caserío se aprecia el volumen ruinoso de la vieja casa fuerte que a finales del siglo XVIII llaman “casa de los Duranes”[64]. A comienzos del siglo XX Alfredo Villegas señala en su Libro de Yerbas que  el antiguo pueblo está deshabitado y en ruinas pero todavía conservaba 6 casas habilitadas para prestar servicio a los arrendatarios de la finca, sobresaliendo entre estas el Palacio de los Muñones, la llamada Casa Grande, la de Las Roldanas, la conocida como de Los Merino, más la Casa Chica y la de los porqueros, además de otras casas en ruina, así como cercados y charcas, fuentes y abrevaderos[65]. Es lamentable el pésimo estado de conservación que sufre hoy día todo, incluida la iglesia con su excelente fábrica de sillería granítica, reducida hoy día a simple almacén.               
                La zona más meridional del término de Cáceres está constituida por las estribaciones de la sierra de San Pedro, la cual sirve de límite con la provincia de Badajoz. Como ya hemos dicho, aquí es donde mejor se define el concepto de la dehesa y al mismo tiempo en paisaje del monte mediterráneo. Son tierras de topografía accidentada y ondulada donde proliferan frondosos encinares y alcornocales salpicados con tramos de denso matorral, pero donde, sin embargo, también hay sitio para tierras de labor, aunque la dedicación preferente de sus dehesas es la ganadería.
                Existe un dicho entre los moradores de las casas de campo de los alrededores de Cáceres que pregona: “¡para cortijo, el Guijo¡”, y ciertamente, hace honor a la verdad porque, seguramente, el mejor y más confortable cortijo de la zona es el de la dehesa Torre del Guijo, donde se dan cita gran cantidad de recursos, tanto de carácter residencial como agropecuario. Aunque no posee ningún elemento que lo relacione con torre alguna, sin embargo es cierto que se define por su carácter palaciego y por su apariencia monumental. El complejo del cortijo consta de una casa principal, de dos pisos, precedida por un jardín, más las dependencias agrícolas y ganaderas que se organizan en torno a un  patio rectangular situado detrás de la casa principal, constituyendo un gran patio de labor que se configura a modo de “muralla”, como estamos acostumbrados a ver en la zona[66].
                La edificación debió erigirse a finales del siglo XIX, pensamos que en torno a los años ochenta y primeros noventa[67], siendo su promotor el Conde de Adanero, cuyo anagrama CA figura en una airosa veleta que remata el frontón de la fachada donde, además, también se exhibe un blasón familiar.
                El volumen de la casa principal se organiza a modo de gran pabellón de planta rectangular, en dos pisos, con la cubierta a dos aguas. Las fachadas principal y trasera se realzan con pilastras adosadas más molduras horizontales  y cornisa, abriéndose en ambas gran cantidad de grandes ventanas y balcones, todo muy al gusto de la estética historicista de moda entonces. También el interior resulta considerablemente holgado y confortable, planteándose con un esquema y distribución que vemos repetirse en varias casas de campo de la época, como hemos dicho: pasillo que recorre como eje axial el centro de la casa, desde su puerta principal hasta su puerta trasera, abriéndose a uno y otro lado las habitaciones, en este caso numerosas y espaciosas, algunas decoradas con molduras de estuco y muchas de ellas con chimenea francesa; cuenta también con capilla, y cuarto de baño completo, con inodoro de agua corriente, de fabricación inglesa, seguramente de los primeros en instalarse[68]. Es decir, se trata de una mansión confortable y monumental en la que se respira el ambiente propio de una moderna casa de recreo con las mismas características y apariencia que una casa urbana, a lo que también contribuye el espacioso y exuberante jardín que adorna su fachada, todavía muy cuidado. Si embargo, la puerta trasera se abre a un gran patio de labor, rectangular, en cuyos tres flancos restantes, como se ha dicho, se levantan las instalaciones de uso agropecuario y las viviendas de guardas y operarios, constituyendo un magnífico ejemplar, prototipo, de estos complejos o cortijos en forma de “muralla” que venimos citando, el cual, además, también tiene un acceso directo. Actualmente sigue utilizándose el edificio principal como casa de recreo, y también se mantiene la actividad agroganadera del complejo, aunque ha disminuido notablemente el número de personas que desarrollan estas tareas; sin embargo a mediados del siglo pasado vivían en la explotación unas diez familias, incluso en las primeras décadas de la centuria contaba con la presencia permanente de un capellán que tenía vivienda en el caserío. En esa dinámica y profusa vitalidad hay que ubicar el campanil que se alza en lo alto del tejado, con el que, sin duda, se regiría el horario doméstico y de servicio que afanaba a los moradores del cortijo en su época de mayor actividad.
                Majada Nueva consta de varias construcciones siendo su casa principal de grandes proporciones, cubierta por un tejado a dos aguas y rematada por una espadaña que delata la vinculación a la casa de un buen número de empleados que debían ser llamados a los oficios religiosos y actividades domésticas de la misma. En 1909 esta casa contaba con 27 habitaciones, más cochera, corral, tinado, dos cuadras y pajar[69], todo lo cual parece continuar aún en servicio.
                En el libro de yerbas de  1694[70] todavía se relaciona el conjunto de la propiedad perteneciente a la Encomienda de Castellanos, aunque se distinguían cuatro cuartos: Castillo, Covacha, Perodosma y Solanilla. Más tarde se dividirá en cinco partes que figuran como dehesas independientes al menos desde comienzos del siglo XX. Entre las construcciones más importantes habrá que destacar el castillo, el cortijo de Covacha y las casas de Perodosma y Moheda. Para el objeto de nuestro estudio la pieza de mayor interés es el cortijo Covacha de Castellanos, cuyas construcciones fundamentales datan de los siglos XIX y XX, organizándose en torno a dos patios contiguos y comunicados entre sí, uno de ellos como centro de la producción y de la actividad económica del cortijo, mientras que el otro está asociado con la de tipo residencial y señorial. El primero es el patio de labor y está situado en el lado septentrional, disponiéndose en su entorno las construcciones reservadas para la actividad rural. En sus cuatro lados se alzan otras tantas crujías, algunas de ellas con interesantes estructuras de arcos de ladrillo sobre pilares del mismo material, dedicadas como tinados, cuadras y pajares, además de los volúmenes usados como cochera, trojes, horno, así como las instalaciones domésticas del personal que trabaja en la dehesa.
                Todas estas instalaciones participan de una tipología arquitectónica de carácter popular y tradicional y son las más antiguas del complejo, datables al menos en el siglo XIX. Entrado el siglo XX se construyó el segundo patio, también cuadrangular, donde se levantan los volúmenes más nobles, la casa principal y otras dependencias residenciales, con escudos y blasones de sus propietarios, la familia López Montenegro, así como la capilla neogótica, fechada en la espadaña en 1926, todo dentro del gusto historicista de comienzos del siglo XX, prodigándose en sus diferentes portadas arcos apuntados recercados con baquetones goticistas. Incluso, a mediados del siglo XX se añadieron algunos volúmenes, como una torre de planta octogonal fabricada con  sillería y mampostería, en cuyos muros se abren algunas troneras y pequeñas ventanas a imitación de modelos medievales diversos que, aunque no concluida, confiere al conjunto un cierto gusto retórico y romántico.
                Perodosma de Castellanos o de la Sierra tenía en 1909 una casa de labor con 11 habitaciones, más tinado, cuadra, pajar grande, graneros, además de varios suministros de agua, a través de manantiales, pozos y charcas[71]. Por su parte, Moheda de Castellano o del Fraile tenía en las mismas fechas cinco casas, las dos  más importante de labor, de 12  y 7 habitaciones respectivamente, siendo las otras para guardas. Además de las dependencias habituales de cuadras, pajares, tinados, etc., contaba la propiedad con fragua y taller de aperadores, y asimismo agua abundante en varias fuentes, pozos y charcas[72], lo que delata la actividad y posibilidades productivas de la dehesa.
                También destaca Villegas dos dehesas contiguas en la Sierra de San Pedro, Valdelacasa de Abajo, con vivienda de dos pisos con 10 habitaciones y Valdelacasa de Arriba, cuya casa principal es aún más grande, también dos pisos pero con 16 habitaciones, y tenían ambas, además, todas las instalaciones necesarias para las labores pecuarias: tinados, cuadras, pajares, y además abundante suministro de agua en fuentes y manantiales[73].
                Jaramediana, asimismo, tiene una casa de dos pisos que a comienzos del siglo XX ya contaba con 15 habitaciones[74], aunque hace unos años se ha acondicionado sin que por ello perdiera su primitivo aspecto. Lo mismo ocurre con la casa principal de la dehesa Juan Ramos, situada al lado de la anterior, que por las mismas fechas poseía similares características y que, de igual modo, se ha reparado recientemente. Ambas disponen de todas las instalaciones habituales y de abundante suministro de agua en fuentes y charcas.
                Campillo era un gran complejo residencial y de labor que se completaba con amplias y variadas instalaciones que le hacían destacar como un de los cortijos más completos de la Sierra de San Pedro y, desde luego, el mejor dotado como casa de recreo. Debe datar de finales del siglo XIX, aunque actualmente está abandonado por completo y con algunas construcciones desmanteladas.
                La casa principal, pese a su estado de deterioro, todavía muestra su primitiva riqueza y concepción como casa de recreo. Se compartimenta en dos pisos, rematándose su fachada con un airoso frontón. Sus habitaciones son de grandes dimensiones y todas se configuran con recursos historicistas, las de la planta baja con puertas de arco apuntado y los techos imitando bóvedas de cañón, aunque con ladrillo, evocando construcciones medievales; sin embargo las de la planta superior recuerdan arquitectura clasicista mediante techumbres de escayola en las que se fingen artesonados de madera con vigas y zapatas decoradas. Además de esto se dispone en algunas habitaciones y espacios comunes varios esgrafiados con blasones heráldicos y diversos murales de azulejos, aunque la mayor parte de ellos han sido sustraídos. Delante de la casa existía el habitual jardín ornamental, del que sólo persisten hoy algunos grandes árboles y palmeras, y asimismo se conservan todavía varios portones y cercados monumentales, así como la capilla, exenta, de gran volumen y en este caso de estilo neogótico.
                Asimismo se aprecian aún vestigios de las dependencias pecuarias, igualmente abandonadas, entre las que sobresalen sus corraladas para cerdos, cuadras, pajares, fuentes y cercados.
                La dehesa de Parralejo y Estenilla sólo conserva en la actualidad algunas construcciones desmanteladas y abandonadas en las que, no obstante, se aprecian suficientes indicios de su gran volumen y primitivo carácter así como de su antigua vitalidad, lo cual se confirma en el Libro de Yerbas de Villegas que en 1909 hablaba de dos casas en esta dehesa, siendo la principal de dos pisos con 11 habitaciones, contando además con todos los servicios, desde capilla, horno y cochera, hasta tinados, cuadras, pajares y gallinero[75].
                En la dehesa Casa Blanca el conjunto arquitectónico se constituye como un complejo agropecuario formado por dependencias residenciales en lamentable estado de abandono,  y otras dedicadas a la actividad ganadera, todavía en servicio. La casa principal estaba precedida por un jardín, también descuidado, y se completaba con una capilla neogótica que ocupaba un edificio exento, lo que subraya el carácter residencial que definía al cortijo en sus mejores tiempos. Entre las instalaciones productivas figuran tinados, cuadras, almacenes y pajares, así como las habitaciones de morada para pastores y empleados, lo cual todavía sigue funcionando.
                Todo el conjunto, especialmente la casa principal y capilla, responde a las características propias de los últimos años del siglo XIX, pues pese al estado de abandono y deterioro que sufre la casa y demás dependencias señoriales, todavía puede verse cómo se utiliza la estructura y disposición habitual en la época. La casa principal es de dos pisos y se organiza en torno al eje axial que constituye el pasillo situado en el medio, entre las puertas principal y trasera, disponiéndose las habitaciones a uno y otro lado del mismo. A su vez, un jardín, del que en este caso sólo quedan los grandes árboles que pueden mantenerse sin cuidado alguno, se dispone delante de la puerta principal, mientras que la trasera se abre al también habitual patio de labor donde se ubican las diversas construcciones pecuarias y residenciales de los pastores y empleados de la hacienda, y donde también se alza la citada capilla neogótica, aunque tanto esta como la propia casa sólo se usan en la actualidad como almacén.
                Aunque el conjunto es un tanto asimétrico y no tan regular como estamos acostumbrados a ver en otros complejos pecuarios, puede reconocerse su doble configuración, con una parte para residencia y recreo de los dueños (ya abandonada, como hemos dicho), y otra dedicada para empleados y tareas pecuarias. Como siempre, este área de producción se comunica con la casa principal y también con el campo a través de un acceso directo. Precisamente en esta puerta de servicio puede verse un letrero donde se hace constar la fecha de 1961 y el nombre de la dehesa, seguramente dando testimonio de algunas obras emprendidas en la misma.
                Malanda, también mantiene las características que estamos acostumbrados a ver en las construcciones del siglo XIX, es decir, la casa residencia para los dueños, más las instalaciones y construcciones para la labor. La casa principal es de dos pisos con cubierta a dos aguas y, como todas estas, organiza su planta baja en torno a un pasillo que como eje básico pone en comunicación la puerta principal y trasera, abriéndose a uno y otro lado las diferentes habitaciones. Aunque el edificio ha sido restaurado recientemente, conserva muy bien su disposición y constitución primitiva.
                Delante de la casa un cuidado jardín reafirma el carácter residencial del complejo, mientras que el patio de labor que se haya detrás de la misma, subraya su dedicación rural, pues en esta parte se pueden ver todas las dependencias productivas y residenciales del servicio, tales como una casa con espaciosa chimenea-hogar con una gran campana, dos grandes portones, uno a cada lado del cortijo, para acceso de ganado y maquinaria, más horno de pan, cochera, tinado, cuadras, pajares y almacenes, pudiéndose ver en algunas de estas edificaciones los tradicionales sistemas constructivos a base de arquerías de ladrillo y cubiertas con tablazón o entramados de jara.
                En Santa Leocadia todavía persiste el caserío semiabandonado, en el que se conservan varias construcciones, tanto la casa principal, con más de 20 habitaciones, como diversas dependencias agropecuarias: tinados, cuadras, pajares y almacenes, un gran horno, así como varios corrales. Todo ello en torno a un cercado que podemos aproximar al modelo de “muralla” por su carácter cerrado, aunque en este caso sólo tiene dos lados edificados. Aún conserva un gran rótulo de azulejos en el que aparece el nombre de la dehesa y la fecha de 1820, a la cual se remonta, al menos, la cronología de las edificaciones.

CONCLUSIONES
E
n suma, hemos podido hacer un recorrido que, aunque expuesto de forma sumaria, permite apreciar la gran cantidad de construcciones residenciales y productivas que existen en el campo cacereño, así como la diversidad de formas, modas o estilos y, al mismo tiempo, su evolución a lo largo de los tiempos.
                A través de esta arquitectura puede apreciarse nuestra cultura vernácula y tradicional, tanto referida a costumbres, usos y medios de producción empleados tradicionalmente en el campo, como a los sistemas y recursos constructivos utilizados habitualmente.
                Teniendo en cuenta que muchos de estos usos y actividades han desaparecido o están en vías de extinción, resulta ser que las casas y construcciones conservadas son, casi, el único medio para acercarse al conocimiento de esta sociedad rural que, aunque sólo nos antecede en una generación, resulta hoy día irreconocible.
                Este patrimonio está íntimamente asociado a la explotación de los recursos del medio rural, y los cambios operados en los sistemas de producción han repercutido directamente sobre el funcionamiento y conservación de estas construcciones, por lo que muchas de ellas ya están abandonadas y algunas en ruina. Además se trata de un patrimonio arquitectónico disperso en el campo y mal conocido, sumamente sensible a los cambios sociales y económicos de nuestro tiempo, tan desconocido como sorprendente cuando se accede a él. Por ello, su persistencia en el tiempo sólo puede asegurarse con el interés y esfuerzo que la comunidad ponga en su estudio, conocimiento, catalogación y justa revalorización.
                Además, en este caso, nos referimos al ámbito territorial del término municipal de Cáceres, cuyo casco histórico goza de la declaración de la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, por lo que reclamamos para esta arquitectura campestre y rural el mismo rango y consideración que se aplica al ámbito urbano, más cuando muchas de estas construcciones igualan o superan, tanto en antecedentes históricos como en calidad y monumentalidad de índole popular o señorial, a muchas de las edificaciones de la propia ciudad.
                Por todo ello consideramos que es el momento de asumir definitivamente este valor cultural, hasta ahora absolutamente ignorado y despreciado.


[1] Reproducimos el siguiente ensayo publicado en el II tomo de la obra: LA ARQUITECTURA VERNÁCULA, PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD, editada por la asociación ARTE en 2006, por su interés y oportunidad en este momento en que la ciudad de Cáceres es aspirante a ser Capital Cultural Europea en 2016. El Ayuntamiento de Cáceres, lamentablemente, en su candidatura se ha centrado sólo y exclusivamente en el patrimonio histórico y cultural del casco urbano de la ciudad, olvidándose del patrimonio vernáculo construido del término municipal que es una parte importante de la historia y la identidad cultural de Cáceres y su territorio.
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[2] Sobre este asunto pueden verse entre otras obras, FLORIANO CUMBREÑO, A.: La Villa de Cáceres y la Reina Católica, II. Ordenanzas sobre las labranzas y pastos de Zafra y Zafrilla, Cáceres, Tip. de Santos Floriano, 1917; ZULUETA ARTALOYTIA, J.A.: La Tierra de Cáceres. Estudio Geográfico, Madrid, C.S.I.C. y Universidad Autónoma, 1977; CLEMENTE RAMOS, J.: La sociedad en el Fuero de Cáceres (Siglo XIII), Cáceres, Institución Cultural “El Brocense”, 1990, pp. 27 y ss.; GARCÍA OLIVA, M.D.: Organización económica y social del concejo de Cáceres y su tierra en la Baja Edad Media, Cáceres, Institución Cultural “El Brocense”, 1990; PEREIRA IGLESIAS, J. L.: Cáceres y su tierra en el siglo XVI. Economía y sociedad, Institución Cultural “El Brocense”, 1990, pp. 49 y ss., 179 y ss.
[3] El tema ha sido ampliamente estudiado por nosotros. Ver NAVAREÑO MATEOS, A.: Arquitectura residencial en las dehesas de la Tierra de Cáceres (Castillos, palacios y casas de campo), Cáceres, Institución Cultural  “El Brocense”, 1999.
[4] Memorial de Ulloa, Madrid, 1675 (edición facsímil de la Diputación Provincial de Badajoz, 1982), ff. 131/v y ss.
[5] Ver NAVAREÑO MATEOS, A.: Arquitectura residencial en  las dehesas …, p. 94 y GARCÍA OLIVA, M.D: Op. Cit., p. 268.
[6] Para más información sobre esta y las demás construcciones aquí reseñadas ver NAVAREÑO MATEOS, A.: Arquitectura residencial en las dehesas …, pp. 97 y ss.
[7] Se estudia ampliamente el aspecto de la producción de la dehesa en la tierra de Cáceres en varios trabajos, como los de CAMPOS PALACÍN, P.: Economía y energía en la dehesa Extremeña, Madrid, Instituto de Estudios Agrarios, Pesqueros y Alimentarios, 1984; RÍSTORI PELÁEZ, A.: “Estrategias económicas en la dehesa extremeña”, Antropología Cultural en Extremadura. Primeras Jornadas de Cultura Popular, Mérida, Asamblea de Extremadura, 1989; SÁNCHEZ MARROYO, F.: Dehesa y Terratenientes en Extremadura. La propiedad de la tierra en la provincia de Cáceres en los siglos XIX y XX, Mérida, Asamblea de Extremadura, 1993; GABRIEL Y GALÁN MORIS, J. M. y PUELLES GALLO, M.: La dehesa, Cuadernos Populares, nº 50, Mérida, Editora Regional de Extremadura, 1993; NAVAREÑO MATEOS, A.: Arquitectura residencial en las dehesas…, pp. 41-51. También se refieren a este aspecto las obras de los autores ya citados PEREIRA, CLEMENTE, GARCÍA OLIVA y ZULUETA.
[8] Archivo Municipal de Cáceres: Libro de Acuerdos, 1700-1705, Consistorio de 20 de marzo, ff. 130 y ss.
[9] Muchas de estas formas y tipologías están recogidas en nuestro libro sobre Arquitectura residencial en las dehesas de Cáceres, ya referido. También se aproximan a estos modelos arquitectónicos las fórmulas constructivas aplicadas en otros ámbitos cercanos, tanto al norte de la región extremeña como en la Baja Extremadura, por lo que pueden verse para uno y otro caso, respectivamente, entre otras, las obras siguientes: NIETO GONZÁLEZ, J.R. y PALIZA MONDUATE, M.T.: La arquitectura en las dehesas de Castilla y León, Albacete, Junta de Castilla y León, 1998; MALDONADO EXCRIBANO, J.: La arquitectura en las dehesas de La Serena (Badajoz), Badajoz, Diputación Provincial, 2005.
[10] Ver ROVATI, P.: “Singolare presenza di numerosi ripari circolari nella comarca di Alcántara (Cáceres)”, Quaderni del Liceo Scientifico Italiano, Anno I, nº 1 (1992-93), pp. 201-215. El autor cita otras soluciones parecidas utilizadas frecuentemente en Italia, como en Cerdeña o en los Abruzzos; incluso, la solución de cúpula falsa de aproximación de hiladas puede relacionarse con  la más compleja, ya casi de tipo urbano, arquitectura de los “Trulli”, de Albero Bello, en la Puglia.
[11] VILLEGAS, A: Nuevo Libro de Yerbas de Cáceres, Cáceres, 1909.
[12] Sobre el chozo existen varios trabajos, entre los que pueden consultarse: HASLER, J. A.: “Sistemática y ergología del chozo en Extremadura”, Revista de Estudios Extremeños, tomo XXII, nº 3 (1966), pp. 389-402; SÁNCHEZ SANZ, M. E. y TIMÓN TIEMBLO, M. P.: “Aportación al estudio del chozo en la provincia de Cáceres”, Narria, nº 23-24 (1981), pp. 3-6; LAVADO PARADINAS, P. J.: “Los chozos del Parque de Monfragüe: Estructuras de habitabilidad, recuperación y proceso de restauración”, Antropología Cultural en Extremadura. Primeras Jornadas de Cultura Popular, Mérida, Asamblea de Extremadura, 1989, pp. 491-501; GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, A.: Extremadura Popular. Casas y pueblos, Mérida, Asamblea de Extremadura, 1990, pp. 134 y ss.; ROVATI, P.: Op. Cit., pp. 201 y ss.; BERNABÉ SALGUEIRO, A.: “Una arquitectura Extremeño-Andaluza singular: Las Torrucas”, en Piedras con raíces, Primera Monografía de Estudios de ARTE (Asociación por la Arquitectura Rural Tradicional de Extremadura), Cáceres, Institución Cultural “El Brocense”, 2003, pp. 273-297; MARTÍN GALINDO, J.L.: “A singulariai dos chafundóns do Val de Xálima”, en Piedras con raíces …, pp. 357-399; DÍAZ AGUILAR, A.L.: “Los chozos de pastores en la campiña de la comarca de Tentudía: Una arquitectura desaparecida y presente”, en Arquitectura Popular Extremeña, Segunda Monografía de Estudios de ARTE, (Asociación por la Arquitectura Rural Tradicional de Extremadura), Badajoz, Diputación de Badajoz, 2004, pp. 345-381; BLANCA PECERO, J.A.: “Chozos en el término municipal de Fuente del Maestre”, en Arquitectura Popular Extremeña …, pp. 383-408; GALINDO MENA, J. y MUÑOZ CASTRO, M.D.: “Bujardas” en el término de Llerena: manifestaciones de la arquitectura popular”, en Arquitectura Popular Extremeña …, pp. 409-444.
[13] VILLEGAS, A.: Op. Cit., p. 20.
[14] Archivo Municipal de Cáceres, Catastro de Ensenada, 1753.
[15] Libro de Yerbas que comprende todas las dehesas del término jurisdiccional de Cáceres, los linderos y partición que tiene cada interesado, Cáceres, Imp. de Nicolás M. Jiménez, 1875, p. 5. Desde ahora citaremos esta obra como Libro de Yerbas de 1875.
[16] Libro de Yerbas de  1875, p. 88-89.
[17] VILLEGAS, A.: Op. Cit., p. 244.
[18] Puede verse en MADOZ, P.: Diccionario Geográfico-histórico-estadístico de España y sus posesiones de Ultramar, Madrid, 1845, para Extremadura ver Diccionario histórico-geográfico de Extremadura, Cáceres, 1955, tomo II, p. 145.
[19] El término de “Camarero” hace referencia al título que ostentaba Sancho de Paredes Golfín que, como Teniente Camarero Mayor de Isabel la Católica gozó de gran prestigio y autoridad en la Corte. Ver NAVAREÑO MATEOS, A.: Arquitectura residencial en las dehesas…, pp. 189 y ss.; Memorial de Ulloa, ff. 112-113/v.: LODO MAYORALGO, J. M.: Viejos Linajes de Cáceres, Cáceres, 1971, pp. 130- 131.
[20] Archivo Crehuet Márquez de la Plata, Libro de Yerbas de 1694, folio 122/v (libro manuscrito tomado de otro libro de yerbas de 1602). Queremos dejar constancia de nuestro agradecimiento a la familia Crehuet Márquez de la Plata por las facilidades concedidas para la consulta de su archivo.
[21] Ibidem.
[22] Archivo Municipal de Cáceres, Catastro de Ensenada, 1753, libro I, f. 482.
[23] Ibidem, I, 319.
[24] Ibidem, I, 73/v y 74.
[25] Ibidem, I, 140.
[26] Ibidem, II, 835/v y 836.
[27] Ibidem, I, 260.
[28] LÓPEZ, T.: Estremadura. Por Lopez, año de 1798, Edición preparada por Gonzalo BARRIENTOS ALFAGEME, Mérida, Asamblea de Extremadura, 1991, pp. 110-111.
[29] BENITO BOXOYO, S.: Historia de Cáceres y su Patrona (manuscrito de 1794-99), publicado en Cáceres, 1952, p. 139.
[30] MADOZ, P.: Op. Cit., tomo II , pp. 78-79.
[31] Archivo Municipal de Cáceres, Catastro de Ensenada, 1753, tomo III, f. 1.038.
[32] Ver Memorial de Ulloa, f. 121; NAVAREÑO MATEOS, A.: Arquitectura residencial en las dehesas …, pp. 215 y ss.
[33] VILLEGAS, A.: Op. Cit., p. 169.
[34] Archivo Municipal de Cáceres, Catastro de Ensenada, 1753, tomo IV, ff. 1.820/v y 1.821.
[35] VILLEGAS, A.: Op. Cit., p. 71.
[36] VILLEGAS, A.: Op. Cit., p. 100.
[37] NAVAREÑO MATEOS, A.: “Los palacios y castillos campestres cacereños desde el siglo XVI como centro de la explotación agropecuaria de la dehesa. Su repercusión en los cortijos de los siglos XIX y XX”, Congreso Internacional sobre Arquitectura Vernácula, Sevilla (En prensa).
[38] VILLEGAS, A.: Op. Cit., p.117-118.
[39] GARCÍA OLIVA, M. D. Organización Económica …, pp. 143 y ss.
[40] VILLEGAS, A.: Op. Cit., pp. 84-85.
[41] NAVAREÑO MATEOS, A.: “Los palacios y castillos campestres …” (en prensa)
[42] VILLEGAS, A.: Op. Cit., p. 172.
[43] VILLEGAS, A.: Op. Cit., p. 146.
[44] La construcción debió realizarse entre los años cincuenta y ochenta. Ver NAVAREÑO MATEOS, A.: Arquitectura residencial en  las dehesas …, pp.248 y ss.; Ver también BENITO BOXOYO, S.: Op. Cit. p. 144.
[45] VILLEGAS, A.: Op. Cit., p. 1.
[46] Ibidem, pp. 231-232.
[47] Ibidem, p. 7.
[48]Ibidem, pp. 116-117.
[49] Archivo Municipal de Cáceres, Catastro de Ensenada, 1753, tomo IV, ff. 1.619-1.641.
[50] VILLEGAS, A.: Op. Cit., p. 145.
[51] LOZANO BARTOLOZZI, Mª. M: “Las ermitas de la Aldehuela y dehesa de los Alcoces en Cáceres (Análisis e historia de su construcción)”, Estudios dedicados a Carlos Callejo, Cáceres, Diputación Provincial, 1979, pp. 451-465.
[52] NAVAREÑO MATEOS, A. Arquitectura residencial en las dehesas …, p.257.
[53] Archivo Municipal de Cáceres, Catastro de Ensenada, 1753.
[54] VILLEGAS, A.: Op. Cit., p. 131.
[55] Archivo Municipal de Cáceres, Catastro de Ensenada, 1753, tomo IV, f. 1.975/v.
[56] Es el marquesado de Santa Cruz de Paniagua que luego llevan sus herederos, por lo que podemos atribuir a este personaje ciertas reformas y añadidos en la casa, al menos el remate del escudo, en los años ochenta del siglo XVIII. Ver NAVAREÑO MATEOS, A.: Arquitectura residencial en las dehesas …, pp. 241 y ss..
[57] VILLEGAS, A.: Op. Cit., p. 187-188.
[58]Ibidem, p. 242.
[59] Ver NAVAREÑO MATEOS, Antonio: Arquitectura residencial en las dehesas …, p. 261.
[60] Libro de Yerbas de 1875, p.2.
[61] Archivo Crehuet Márquez de la Plata, Libro de Yerbas de 1694, f. 58/v.
[62] Archivo Municipal de Cáceres, Catastro de Ensenada, 1753, tomo III, f. 1.162/v.
[63] Ver NAVAREÑO MATEOS, A.: Arquitectura residencial en las dehesas …, pp. 67 y ss., 187-188, 221-223.
[64] Archivo Histórico Provincial de Cáceres, Visita de la Real Audiencia de Extremadura, 1790-91, caja 643, exp. 18, f. 1/v.
[65] VILLEGAS, A.: Op. Cit., p. 133.
[66] NAVAREÑO MATEOS, A.: “Los palacios y castillos campestres ...” (en prensa)
[67] Ver NAVAREÑO MATEOS, A.: Arquitectura residencial en las dehesas …, p. 266.
[68] Hemos de recordar que el inodoro con sifón y cisterna de funcionamiento automático se inventó en Inglaterra a finales de los años ochenta del siglo XIX y que poco después debió instalarse este ejemplar en el cortijo de Torre del Guijo.
[69] VILLEGAS, A.: Op. Cit., p. 168.
[70] Archivo Crehuet Márquez de la Plata, Libro de Yerbas, manuscrito de 1694, f. 26.
[71] VILLEGAS, A.: Op. Cit., p. 1235-236.
[72] Ibidem, pp. 201-202.
[73]  Ibidem, pp. 298-299.
[74]  Ibidem, p. 155.
[75]  Ibidem, pp. 224-225.